El país
de las maravillas
El título alude a la novela Las
aventuras de Alicia en el país de las maravillas, del escritor inglés Charles
Dogson, más conocido como Lewis Carrol, y que viera la luz en la edición del
año 1865.
La acción transcurre cuando Alicia, siguiendo al conejo, cae en un mundo disparatado donde se niega la
realidad y todo es posible. El país de las maravillas en el cual los habitantes son locos y extravagantes. Alicia, es
una niña inglesa, educada y feliz, habituada a tolerar al prójimo y sus manías
en tanto y en cuanto no atenten contra sus intereses. Alicia cambia de tamaño
en diversas ocasiones y esa metamorfosis es un semillero de tormentos. La
protagonista a veces se torna mordaz y autoritaria y otras orgullosa y
puritana. Aparece como el reflejo de la
infancia mal adaptada en el mundo adulto y que busca un lugar desde donde
construir su identidad. Hacia el final del relato una hoja cae sobre el rostro
de Alicia y la despierta, todo había sido nada más que un sueño.
A veces la Argentina se organiza como una metáfora del país de las
maravillas.
Un relato que expresa las extravagancias de un país imaginario, feliz,
próspero, igualitario y por ende maravilloso.
Los personajes del conejo, el gato Cheshire, el gusano de seda o el
lirón pueden encarnarse en funcionarios del régimen político con su Reina de
Corazones y las barajas de poca monta.
De cuando en vez una hoja cae sobre el rostro de la sociedad y
despierta. Entonces advierte que no éramos tan grandes o tan pequeños como
imaginábamos. Que ahí están los pobres durmiendo en las puertas del Congreso,
los cirujas en los carritos hurgando en la basura, los niños pidiendo en los
trenes, las largas colas de los necesitados para cobrar un subsidio que lo ata
al yugo de la politiquería o de quienes buscan un boleto de tren unas monedas
más barato. El país donde se mata por un puñado de plata, sin educación y con
su villas miserias que se expanden como un tumor.
Ese país real es el mismo de
siempre, lleno de desposeídos, de políticos enriquecidos que se llenan la boca
hablando de los pobres y del hambre, y de una retahíla de cortesanos que por
una prebenda aplauden y vitorean a quien le paga.
Hasta aque aparezca otro conejo, lo sigamos y volvamos a empezar...