ESTAMOS TODOS BIEN
El título hace referencia a un
film de Tornatore, protagonizado por Marcello Mastroianni, quien interpreta el personaje de
Matteo Scuro, un jubilado que sale al
camino para visitar a sus cinco hijos, que viven en diversas ciudades de Italia.
Imagina que están todos bien, pero la realidad es bien diferente. La vida de
sus hijos y sus respectivas familias, bajo una superficie de bienestar, están signadas
por la tristeza y la insatisfacción.
Algo parecido sucede en la
República Argentina, que de república
tiene poco, salvo la cáscara y de Argentina (de Argentum: plata) poco y nada.
Valen a modo de ejemplos el
deterioro de la vida cotidiana, la inseguridad, la inflación, el
resquebrajamiento de las instituciones republicanas, el poder ejecutivo disparatado,
el poder legislativo transformado en escribanía, la justicia con vocación de
marioneta al servicio del peculado, funcionarios truchos, corruptos pero
impunes, ferrocarriles de horror,
jubilaciones miserables, una educación lamentable, nacionalismo a la violeta y
en la economía el habitual relato bobo con su falluta muletilla: Estamos todos bien…
Las generaciones venideras asociaran estos pseudo progresos populistas a
un matrimonio, a una corte de obsecuentes y a un 54% de electores que eligieron
una creencia inconsistente, cual es la que sostiene que la riqueza proviene del
verbo dilapidar y charlatanear, que no del verbo trabajar, con responsabilidad,
marchando en pos de metas claras y sostenidas hacia la grandeza, sin
verborragias ni corruptelas, con una sólida civilidad, advertida del nefasto
resultado que acarrea el trueque de libertades por abalorios, meras
cuentas de vidrios de colores, que a veces adoptan la forma de televisores o
teléfonos celulares en 50 cuotas, endosadas al porvenir de sus hijos.
Mientras tanto, repitamos como Mastroianni: “Stanno tutti bene…