martes, 29 de mayo de 2012

ESTAMOS TODOS BIEN




                                                                                                       
El título hace referencia a un film de Tornatore, protagonizado por Marcello  Mastroianni, quien interpreta el personaje de Matteo Scuro,  un jubilado que sale al camino para visitar a sus cinco hijos, que viven en diversas ciudades de Italia. Imagina que están todos bien, pero la realidad es bien diferente. La vida de sus hijos y sus respectivas familias, bajo una superficie de bienestar, están signadas por la tristeza y la insatisfacción.
Algo parecido sucede en la República  Argentina, que de república tiene poco, salvo la cáscara y de Argentina (de Argentum: plata) poco y nada.
Valen a modo de ejemplos el deterioro de la vida cotidiana, la inseguridad, la inflación, el resquebrajamiento de las instituciones republicanas, el poder ejecutivo disparatado, el poder legislativo transformado en escribanía, la justicia con vocación de marioneta al servicio del peculado, funcionarios truchos, corruptos pero impunes,  ferrocarriles de horror, jubilaciones miserables, una educación lamentable, nacionalismo a la violeta y en la economía el habitual relato bobo con su falluta muletilla: Estamos todos bien…
Las generaciones venideras  asociaran estos pseudo progresos populistas a un matrimonio, a una corte de obsecuentes y a un 54% de electores que eligieron una creencia inconsistente, cual es la que sostiene que la riqueza proviene del verbo dilapidar y charlatanear, que no del verbo trabajar, con responsabilidad, marchando en pos de metas claras y sostenidas hacia la grandeza, sin verborragias ni corruptelas, con una sólida civilidad, advertida del nefasto resultado  que acarrea  el trueque de libertades por abalorios, meras cuentas de vidrios de colores, que a veces adoptan la forma de televisores o teléfonos celulares en 50 cuotas, endosadas al porvenir de sus hijos.
Mientras tanto, repitamos como Mastroianni: “Stanno tutti bene…