¿Qué hacer de cara al 2015?
I
Asistimos a una fase terminal
del ciclo político Kirchnerista, uno más de los metabolitos que ha producido el
Movimiento Nacional Justicialista desde la muerte de Juan Perón.
Si entendemos por metabolitos
los elementos degradados del proceso funcional orgánico, trasladado ese
concepto al organismo social, los metabolitos del Peronismo desde la recuperación
de la república y la democracia han sido diversos, antagónicos e igualmente
nocivos, entre otros desmanes por la
pretensión de prolongar su permanencia más allá de la constitución y las leyes.
La sociedad al igual que la biología, procura excretar los productos finales de
su metabolismo. Cuando ello no sucede se produce una peligrosa constipación
política cuyo único remedio es la purga electoral.
El primero de esos
metabolitos peronistas fue el así llamado Menemismo, su inspirador entre otros
fue el presidente Carlos Menem, quien adoptó, haciendo gala de un supino
oportunismo, políticas neoliberales tan ajenas a la doctrina del Justicialismo
como a los intereses generales del país. El resultado fue la corrupción
institucional, el desmantelamiento industrial, la recesión y la pobreza. Por
suerte fue oportunamente excretado.
El segundo de esos
perniciosos subproductos ha sido el Kirchnerismo, iniciado por Néstor K y continuado
por su esposa Cristina quien al igual que sus predecesores, posee entre otros
males, la perniciosa afición a la
perpetuidad en el cargo público, lo que sumado al desprecio por el equilibrio y
la división de los poderes republicanos constituyen una verdadera patología.
Su praxis política se
caracteriza por ser una mezcla rara de Museta y de Mimí, esos personajes de La Bohéme de Puccini que González
Castillo y Delfino evocan en su tango Griseta
de 1924.
Valga esta imagen para
resumir la política dual, contradictoria y conflictiva que define la gestión
del gobierno K.
Actúan como Progresistas a la violeta, con una voracidad desmesurada para
enriquecerse, horadando las arcas públicas para mejor combatir al capital… en
los discursos naturalmente, ya que su retórica no basta para ocultar el ominoso
capitalismo propio y de amigos circunstanciales que desarrollaron a costa del
estado. Populistas nefastos, de esos que dan algo de pescado a los pobres sin
enseñarles jamás a pescar para mejor utilizarlos en un vil clientelismo. Rodeados
por una corte de adulones y genuflexos a sueldo, conformada por neo montoneros
nostálgicos (como esos que Perón echó), de oportunistas reciclados de
variopinto pelaje y de algunas marionetas de camaleónico pasado, pero
semejantes en el denominador común de la indignidad, de la inepcia y del
desprecio por las formas y el fondo del ideario de Perón.
Al verlos actuar pareciera
que el tiempo se detuviera. Anclados al pasado, ellos, como en una opereta,
brillan en una anacrónica y versallesca galería de los espejos, con sus galones
de encumbrados funcionarios, ignorantes del destino que la historia les
reserva.
II
El año 2013 ofrece una
ocasión nodular para impedir cualquier afán reeleccionista de C.F.K. y sentar de tal modo las
bases de un resurgimiento del verdadero Peronismo: honesto, eficiente y
dispuesto a trabajar con ahínco por la felicidad del pueblo y la grandeza de la
patria.
Para ello sería interesante
comenzar a transitar un camino que permita tejer un útil sistema de alianzas, que
no es otra cosa que la unificación de una oposición con identidad que la
sociedad reclama y el sentido común aconseja. La conformación de un Frente
de Unidad Nacional ofrecería la oportunidad de un triunfo electoral, a
condición de lograr una masa crítica de Peronistas leales a los considerandos requeridos
para esta oposición inteligente, capaces de conducir en esta etapa el armado
político con un proyecto claro de alianzas de cara a los comicios del año 2013
y a las candidaturas presidenciales para las elecciones de 2015.
Cual si fuera un largo tren,
ese Frente de Unidad Nacional tendría una formación de vagones, donde viajaran
hacia el desafío de los tiempos, aquellos aliados que sepamos conseguir, pero
traccionados y conducidos por la potente locomotora de un Peronismo cohesionado
en pos de objetivos comunes a las grandes mayorías.
El apotegma de los tiempos
será siempre el mismo: Hay una sola clase de argentinos: Los que trabajan.
Ellos son y serán la reserva estratégica de Argentina.
La política de alianzas, de la cual Perón fuera
un predicador y un maestro, debe ser incorporada como una necesidad imperiosa,
inherente a la praxis del Partido justicialista. Será exitosa en tanto y en
cuanto seamos capaces de producir una masa crítica de hombres lúcidos y
sensibles, aptos para diseñar alternativas políticas, económicas y sociales
acordes con los tiempos que corren y susceptibles de conmover y atraer a los
vastos sectores de ciudadanos que desean trabajar para el desarrollo del país y
de su gente. Serán ellos el vehículo
que dejará atrás una política ponzoñosa de dádivas, despilfarro,
enfrentamientos vanos y oportunidades perdidas. Serán quienes capitalizaran
para bien esta experiencia dolorosa y que por esa cualidad dañina debería ser irrepetible.
La sociedad espera de su
clase política acciones precisas que saquen al país de los ideologismos del
siglo XX y nos permitan ingresar al mundo del siglo XXI y a un futuro
promisorio, que nos abrirá los brazos a condición que logremos aprender y
aplicar las lecciones de la historia.