LA MISTERIOSA REALIDAD
Es inherente a los populismos demagógicos subsidiar la pobreza pero no anularla, pues la dádiva en pequeñas dosis son votos que permiten ganar elecciones y así perpetuar la corrupción, la impunidad y el atraso.
Solo aquellos militantes a sueldo, sean de La Cámpora,
La verdadera democracia no es populista, pues le basta con ser popular. Tampoco es demagógica pues admite la verdad que subyace en la pluralidad y el disenso, como inherente a las instituciones de una república.
Es también ajena al odio, al divisionismo social, a la irracionalidad que propone el piquete en la toma prepotente de los espacios públicos y privados o la seudo inclusión de los marginados, que resulta ser pan para hoy y hambre para mañana. No es preciso distribuir sin producir como quieren los progresistas a la violeta, ni producir sin distribuir como pretenden los liberales con anclaje decimonónico, desde Perón sabemos que ambas prácticas son indisolubles y van juntas. Producir y distribuir.
No fomentar desde las más altas magistraturas del estado el apego por la cultura del trabajo y del esfuerzo, resulta a poco de andar, contrario al Destino peraltado con que alguna vez soñamos los argentinos, según el decir de Ortega y Gasset.
La diferencia entre lo misterioso y lo desconocido es que lo primero no es accesible a la razón y lo segundo sí lo es.
Hay cosas de la realidad que son a veces misteriosas y a veces desconocidas.
Resulta misterioso que un argentino sea Papa, y sobre todo que ese hombre notable y probo sea denostado y calumniado por sectores de un poder que se dice nacional y popular. En rigor de verdad, a esos disparatados lo nacional y popular les resulta desconocido.
La inmensa mayoría del pueblo argentino se sintió regocijado que un connacional acceda a semejantes alturas y también emocionado por el hecho irrevocable que ese hombre caminaba desde siempre en el campo popular, con austeridad, con solidaridad y con decencia.
Es el papa Francisco un paradigma, que en términos morales, cual metro patrón, impone una medida que pondera los testimonios de vida, diferenciando lo auténtico de lo falso.
Alea jacta est. La suerte está echada. Nada será como antes.
Nadie podrá ignorar ni tapar el pasado siniestro de quienes luego de la calumnia, cruzaron el atlántico para cumplimentar un hipócrita besamanos.
La misteriosa realidad es la única verdad. Sea esto dicho, parafraseando una vez mas al general Perón.