jueves, 24 de julio de 2014

LOS IDIOTAS ÚTILES




En todas las fracciones políticas siempre existen, los que con gran propiedad, han sido llamados

"idiotas útiles". Ellos sin saber se incorporan detrás de una tendencia

que a lo mejor es totalmente la inversa de lo que ellos quieren.

Son idiotas, útiles para los otros.

Gral. Juan D. Perón

Discurso del 7 de febrero de 1974

 
En la jerga política, el calificativo de idiota útil (En ruso: Полезный идиот) era usado en el siglo pasado para describir a los simpatizantes de la Unión Soviética que vivían en los países occidentales.
El término se le atribuye a Lenin, fundador de la desaparecida URSS y que luego el General Perón aplicó a nuestra sociedad con inolvidable sabiduría.
Lenin refería como los "idiotas útiles de Occidente", a los intelectuales escritores y reporteros occidentales invitados a la URSS, que al regresar a sus países alababan las maravillas logradas por los comunistas que, en amañadas visitas guiadas, les mostraban hospitales, granjas, escuelas y fábricas, cuyas instalaciones habían sido especialmente preparadas o maquilladas con fines de propaganda.
En nuestro país no hace falta remontarse a la historia de la revolución bolchevique para reconocer a los idiotas útiles. No olvidemos que Argentina es una tierra generosa que nos prodiga abundantes ejemplos de éstos abominables especímenes cívicos.
Los idiotas útiles criollos contemporáneos, ahora en franca disminución, llegaron a constituir más del 50% de la ciudadanía. Con su miopía proverbial se creyeron el falluto relato de los K. Imaginaban que sus líderes llevaban adelante una revolución que multiplicaría los panes y los peces, gracias a la cual  todos y todas viviríamos tirando manteca al techo. Merced al cuento chino de los subsidios, de las jubilaciones sin aportes, de la emisión de billetes sin respaldo y de la clarividencia y patriotismo del finado K y su viuda, marchábamos sin escollos hacia una ejemplar sucursal  austral del paraíso.
Ínterin ese relato, una manga de vivos y aprovechados, fueran funcionarios, empleados públicos clientelares, artistas afines o una cohorte de vivillos, se enriquecieron durante la autodenominada  Década ganada. Emulaban la obsecuencia, el oportunismo y todas las virtudes K. que advertían en el exitoso vicepresidente Amado Boudou y otros próceres del Kirchnerismo.
Y así, merced a esa estulticia colectiva que prohijó la corrupción y el desgobierno, llegamos a dónde ahora estamos.
Parece que las leyes que antes aceptaron respetar cuando firmaron los pagarés sometidos a la Justicia de Los EE.UU. de Francia o Inglaterra ahora no les gustan.
Parece que los groseros errores de esta administración que soslayó desde 2005 el tema de los Holdouts, que desde 2007 envenenó la economía con una inflación epidémica y mortal, que paralizó el crecimiento económico sin haber jamás emprendido el camino del verdadero desarrollo, que abusó del desequilibrio fiscal y de las cuentas externas para comprar conciencias y ganar elecciones, que no modificó la pobreza endémica, la inseguridad, la relación del empleo productivo y formal con el trabajo en negro; han desencantado a más de la mitad de los antiguos simpatizantes.
Muchos idiotas útiles comienzan a preocuparse por estas severas cuestiones que señalamos.
Hipotecaron por los mendrugos de un presente mentiroso el porvenir propio y el de sus hijos.
Ellos, los idiotas útiles son corresponsables de estos nubarrones que hoy oscurecen el irreal cielo que ayer les prometieron.
Pero como son inimputables, solo podemos esperar que Dios y la Patria se lo demanden.