En todas las fracciones políticas
siempre existen, los que con gran propiedad, han sido llamados
"idiotas útiles". Ellos sin
saber se incorporan detrás de una tendencia
que a lo mejor es totalmente la inversa
de lo que ellos quieren.
Son idiotas, útiles para los otros.
Gral.
Juan D. Perón
Discurso del 7 de febrero de 1974
En la jerga política, el calificativo de idiota útil (En ruso:
Полезный идиот) era usado en el siglo
pasado para describir a los simpatizantes de la Unión Soviética que vivían en
los países occidentales.
El término se le atribuye a Lenin, fundador de la desaparecida
URSS y que luego el General Perón aplicó a nuestra sociedad con inolvidable sabiduría.
Lenin refería como los "idiotas
útiles de Occidente", a los intelectuales escritores y reporteros
occidentales invitados a la URSS, que al regresar a sus países alababan las
maravillas logradas por los comunistas que, en amañadas visitas guiadas, les
mostraban hospitales, granjas, escuelas y fábricas, cuyas instalaciones habían
sido especialmente preparadas o maquilladas con fines de propaganda.
En nuestro país no hace falta remontarse a la historia de la
revolución bolchevique para reconocer a los idiotas útiles. No olvidemos que
Argentina es una tierra generosa que nos prodiga abundantes ejemplos de éstos
abominables especímenes cívicos.
Los idiotas útiles criollos contemporáneos, ahora en franca
disminución, llegaron a constituir más del 50% de la ciudadanía. Con su miopía proverbial
se creyeron el falluto relato de los K. Imaginaban que sus líderes llevaban
adelante una revolución que multiplicaría los panes y los peces, gracias a la
cual todos y todas viviríamos tirando
manteca al techo. Merced al cuento chino de los subsidios, de las jubilaciones
sin aportes, de la emisión de billetes sin respaldo y de la clarividencia y
patriotismo del finado K y su viuda, marchábamos sin escollos hacia una
ejemplar sucursal austral del paraíso.
Ínterin ese relato, una manga de vivos y aprovechados, fueran
funcionarios, empleados públicos clientelares, artistas afines o una cohorte de
vivillos, se enriquecieron durante la autodenominada Década
ganada. Emulaban la obsecuencia, el oportunismo y todas las virtudes K. que
advertían en el exitoso vicepresidente Amado Boudou y otros próceres del
Kirchnerismo.
Y así, merced a esa estulticia colectiva que prohijó la
corrupción y el desgobierno, llegamos a dónde ahora estamos.
Parece que las leyes que antes aceptaron respetar cuando
firmaron los pagarés sometidos a la Justicia de Los EE.UU. de Francia o
Inglaterra ahora no les gustan.
Parece que los groseros errores de esta administración que
soslayó desde 2005 el tema de los Holdouts,
que desde 2007 envenenó la economía con una inflación epidémica y mortal, que
paralizó el crecimiento económico sin haber jamás emprendido el camino del
verdadero desarrollo, que abusó del desequilibrio fiscal y de las cuentas
externas para comprar conciencias y ganar elecciones, que no modificó la pobreza
endémica, la inseguridad, la relación del empleo productivo y formal con el
trabajo en negro; han desencantado a más de la mitad de los antiguos simpatizantes.
Muchos idiotas útiles comienzan a preocuparse por estas severas
cuestiones que señalamos.
Hipotecaron por los mendrugos de un presente mentiroso el
porvenir propio y el de sus hijos.
Ellos, los idiotas útiles son corresponsables de estos
nubarrones que hoy oscurecen el irreal cielo que ayer les prometieron.
Pero como son inimputables, solo podemos esperar que Dios y
la Patria se lo demanden.