jueves, 26 de mayo de 2011

CONVICCIÓN O DECEPCIÓN



El General Perón, definió en su Manual de Conducción Política, la diferencia entre mandar y conducir. El mando exige obediencia y da órdenes, la conducción pretende convencer a través de la persuasión. Es entonces la convicción, la esencia de todo proyecto político y el objetivo a proponer al pueblo, para organizarle en  un proyecto de vida en común.
Es en ese marco donde se debe plantear la discusión, sobre la alternativa que se presentará a los argentinos para decidir tanto su destino político, como la instancia decisiva de reconstrucción nacional. Se afirma en la intensidad del momento, para aprovechar las excepcionales condiciones que brinda la situación internacional, y de tal modo alcanzar  el desarrollo sustentable de nuestra comunidad.
En ese sentido es preciso analizar la propuesta del gobierno, denominada “Modelo de crecimiento e inclusión social”.
En primer lugar, nos detenemos en el significado del término Modelo: “Ejemplar que por su perfección se debe seguir o imitar”. O sea que no es dable discutirlo, cambiarlo o interpretarlo; tan solo se debe imitar y en su propia definición incluye una  metodología que ordena y manda: El imitador es el pueblo que debe ser obediente al constructor del modelo.
Frente a ello, aparece y se yergue el Proyecto, palabra que alude al pensamiento o propósito de hacer algo, e incluye “Un plan y disposición para hacer una cosa de importancia”. El proyecto de vida en común, abarca entonces ideas, pensamientos, propósitos y planes dirigidos hacia la comunidad,  a fin de persuadirla para participar en la formulación  y ejecución de esa recreación de relaciones sociales. Incorpora el concepto de conducción y persuasión, por los que requiere consenso y participación de los conducidos, y rechaza el mando y la obediencia.
A titulo de ejemplo, durante casi ocho años, el gobierno de los K, se caracterizó por el autoritarismo. Quien piensa diferente es considerado un enemigo o un traidor; el “apriete” se constituyó en un instrumento de mando y obediencia; doblegó a gobernadores, intendentes, entidades empresarias y gremiales. Los subsidios, la corrupción, las conductas amenazantes adocenaban las voluntades de los cortesanos, fueran funcionarios o dirigentes, y a su conveniencia premiaron la conspicua obsecuencia, expuesta públicamente.
Claramente el modelo establece: “Yo o un grupo cada vez mas reducido, somos los iluminados  y por tanto tenemos “derecho a mandar” y ustedes los destinatarios – el pueblo- tienen que obedecer, porque para eso la mayoría nos votó. He ahí el meollo de la democracia populista autoritaria.
En segundo lugar, el  crecimiento, o sea el aumento cuantitativo de la producción de bienes y servicios, alentados por un mercado internacional, ávido de nuestros productos, principalmente agropecuarios, adicionado ya a un excepcional aumento  de los precios de las comodities ya a una incentivación del consumo interno, provocado por los servicios públicos subsidiados a tarifas irrisorias, sin distinción de ingresos,  y por los créditos al consumo a largo plazo y sin intereses. Vale decir, priorización del hábito del consumo con desaliento del ahorro y la inversión, lo cual traslada los problemas  al porvenir y a las nuevas generaciones.
Las sociedades modernas se preocupan por transformar el crecimiento en desarrollo. Ello implica un cambio de carácter cualitativo, que acarrea la posibilidad de mejorar las condiciones de vida y de tornarlas sustentables. Ello requiere inversión productiva, adelanto tecnológico,  y aumento de la productividad  y competitividad.
Como el Modelo tan solo prioriza el poder y el mando, supone que el mero aumento del consumo garantiza el triunfo electoral, reforzando con ello la visión oportunista de corto plazo..
Finalmente el Modelo incorpora la así denominada inclusión social a sus principios. Ello significa más consumidores, más trabajo en “negro”, más subsidios, más empleados al servicio del gobierno, la mayor parte mercerizados a través de cooperativas, con escasa o nula prestación de servicios. En suma sumar a la estructura económico-social existente nuevos consumidores, mientras crece la diferenciación social, no solo entre ricos y pobres, sino también entre trabajadores sindicalizados y lo no registrados, excluidos del convenio colectivo.
 Además esta decisión favorece la concentración del mando, al congelar la estructura social, en la cual, un sector importante vive en estado de necesidad y otros sectores se lanzan a la despreocupada aventura del consumismo, sometiendo su existencia al presente y haciendo caso omiso del porvenir.
Por el contrario, un Proyecto de vida en común,  presupone una profunda  transformación, al recrear las relaciones sociales, promoviendo el desarrollo humano, paso indispensable para erigir mancomunadamente, una sociedad orientada por la  justicia social. Valora y estimula el aumento de la riqueza, para así mejorar su distribución entre todos los argentinos. Resulta necesario priorizar y reorientar la educación, que iguala la búsqueda de oportunidades y consolida un proyecto nacional. Innovación tecnológica para multiplicar la productividad; aprovechamiento de las ventajas comparativas alentando la competitividad, acuerdo de políticas de estado, perdurables en el tiempo hasta alcanzar las metas propuestas, instituciones republicanas que garanticen la seguridad de las relaciones sociales y una política exterior que reinserte a la Argentina en el mundo, a través de los acuerdos de integración regional, continental y global, son rumbos que identifican al Justicialismo desde sus lejanos orígenes.
En consecuencia, el debate central de la sociedad argentina se plantea entre la noción de Proyecto de Vida en Común y Modelo del gobierno K. Nadie puede quedar al margen de esta discusión. Debemos estar alertas, porque conocemos que hay intereses que procuran confundir y obscurecer el contenido de la opción, alentando construcciones políticas electoralistas, a partir de alianzas espurias, que no reflejan los cambios y matices del pensamiento ciudadano.
Cabe recordar, que la disputa entre derechas e izquierdas, fue, es y será mera retórica agotada y anacrónica..Perón decía que hablar de ideologías era hablar en fenicio. Nosotros hemos podido comprobar  que el termino Progresismo, actualmente en boga, está vacío de contenido. A fuerza de ser sinceros, la sinceridad esta ceñida entre la democracia populista y autoritaria por una parte y la democracia republicana y participativa, por la otra.
No por ello ha de minimizarse la capacidad técnica, de esta élite iluminada, para la formulación de un relato ficticio, sustentado en el desparpajo con que se han apoderado del estado, y así construir un poder que garantice la perpetuación en los cargos, apelando al manejo espectacular de la política, la sumisión de la economía publica y privada, como herramienta de mando y obediencia.
Frente a la prepotencia de le élite, solo puede tener éxito la Convicción de la dirigencia política en el proyecto de Vida en Común, expresado a la ciudadanía participativa con claridad,  trasmitiendo aquella confianza que otorga la verdad, única realidad, ante un cambio que asoma como posible.
Es entonces menester, avanzar en  el proyecto de Unión Nacional, planteado por Perón, cuando su retorno a la patria, actualizando la doctrina del Justicialismo. Aquella autocrítica superadora de los enfrentamientos entre hermanos, lamentablemente no fue  escuchada por agrupamientos sectarios, que retornaron  a la lucha fraticida, suspendiendo por largo tiempo la anhelada reconstrucción nacional y social.
La Convicción, construye el presente apuntando al futuro. No esta subordinada al éxito coyuntural, depende del nivel de conciencia social alcanzado, de sus realizaciones, de la capacidad de persuasión de los conductores y de la compresión de los conducidos.   Aspiramos, por Convicción, a que el próximo desafío electoral, encuentre a la ciudadanía a la altura de las circunstancias, asumiendo el compromiso de elaborar y ejecutar el necesario Proyecto de Vida en Común. Caso contrario nos aguardará otra decepción colectiva.

*Colaboración del Dr. Juan José Isola

martes, 17 de mayo de 2011

¿Como desligar los viajes de la historia?



Que los viajes ensanchan el espíritu no es objeto de discusión para nadie. Nuevos paisajes, extrañas culturas, incomprensibles idiomas y comportamientos sociales no dejan de asombrar al viajero, muchas veces satisfecho con tales aportes exóticos.
 Países ricos o pobres, todos tienen algo que logra excitar la curiosidad del caminante, que pocas veces logra, por acción u omisión, penetrar la capa de la realidad circundante para adentrarse en las causas profundas que la sostiene.
Rastrear en la historia de los pueblos es una fuente inagotable de sabiduría y también de escepticismo. Grandes logros actuales están asentados en enormes injusticias e ignominias que por lo general quedan ocultas tras visiones más pedestres y alegres.
Así cuando los pasajeros de alguna aerolínea sobrevuelan los Estados Unidos, ansiosos de llegar a su destino, advierten la enormidad de su territorio, más grande aún que toda la Europa occidental.
Si por un casual, el punto final del viaje es la bella ciudad de San Francisco, con su azul bahía bañada por las aguas del Océano Pacífico, el puerto de los pescadores con su atmosfera brumosa, la misma que envuelve los anaranjados hierros del puente Golden Gate y las colinas, pocos son los que imaginan que apoyan sus pies sobre una tierra cuya historia estremecería al más pintado.
Cuando a mediados del siglo XIX los EE.UU. padecían el pico más alto de su fiebre de expansionismo territorial, clavaron las garras en el país de los mexicanos. Comenzaron por anexionar Texas y luego declararon una guerra injusta, en palabras de Ulises Grant, la cual les permitió obtener el codiciado botín.
El tratado de Cahuenga, firmado el 13 de enero de 1847 en Los Ángeles, finalizó las disputas en California. El nuevo gobierno encabezado por Manuel de la Peña y Peña inició las negociaciones de paz con los Estados Unidos que culminaron con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado en la villa homónima el 2 de febrero de 1848. El tratado fue redactado en su totalidad por Estados Unidos y otorgó a este país el control sobre Texas, el territorio en disputa entre México y Texas que comprendía toda la tierra al norte del Río Bravo y los territorios conocidos como Alta California y Santa Fe de Nuevo México, apropiándose de lo que hoy son los Estados de Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma (lo que se conoce como Cesión Mexicana). Para México significó la pérdida de más de 800.000 millas cuadradas (más de 2.100.000 km²) de tierra, lo cual equivale a decir más del 55% de su territorio.
Y como si la tierra fuera poco, su voracidad también los lanzó al mar.
Hacia el occidente las islas del Mar Caribe fueron objeto de su rapiña. Hacia el oriente, los amables archipiélagos polinesios.
Si deseamos sobrevolar el océano durante 5 horas y llegamos a Honolulu, bella ciudad, capital del 50ª estado de USA desde 1959, nos asombra el azul de su mar, las lagunas de coral y las serranías de frondosa vegetación.
Pero hay algo más en ese paradisíaco ambiente, que se oculta en la nebulosa del tiempo. Hacia finales del siglo XIX era un apacible reino de costumbres simples. El hula y el  surf entretenían a esos pueblos sencillos entibiados por el Trópico de Cáncer.
Pero tan vastas tierras aptas para el cultivo de la caña de azúcar, el arroz y la piña azuzaron la avidez de los ricos comerciantes ingleses y norteamericanos. La pulseada fue ganada por estos últimos. Primero le impusieron al rey Kalakaua (el mismo cuyo nombre hoy señala una de las más bellas avenidas de la isla de Ohahu), una constitución feroz, denominada Bayoneta dada la calidad de sus argumentos. Tras la muerte del monarca en 1891, lo sucedió  su hermana, la reina Lili´ukalani, la que fue derrocada prontamente derrocada. En efecto, los marines de la cañonera Boston se hicieron cargo de la situación. En 1894 se creó la República de Hawai y en 1896 se anexó su territorio a los EE.UU. Y aquí no ha pasado nada.
Una vez conocidos estos detalles, apuramos el trago de nuestro whisky en el balcón de l habitación, que mira a la playa de Waikiki, y salimos a caminar por la arena, con un fondo de palmeras, bellos edificios y a los lejos, el Diamond Point, un viejo volcán, algo cansado de contemplar los excesos de la naturaleza humana.
Asi es el mundo que gira y gira

OJO POR OJO


A la luz de los hechos sangrientos desencadenados por los marines norteamericanos en suelo Pakistaní, al asesinar a Osama Bin Laden,  nos vienen a la memoria las antiguas leyes de Hamurabi  y de Talión, bien expresadas en la piedra, en el Levítico bíblico y en el Corán  Todas instituían el mandato de vida por vida, ojo por ojo, mano por mano, pie por pie, herida por herida. Situada en su contexto, la terrible fórmula resulta ser tan sólo el testimonio conservado de uno de los primeros frenos aplicados al impulso humano de la venganza
Al rey babilónico Hammurabi (1728 -1686 AC) se le conoce por el Código que lleva su nombre, tallado en un bloque de piedra de unos 2,50 m de altura por 1,90 m de base y colocado en el templo de Sippar. Era su propósito homogeneizar jurídicamente el reino y la vida cotidiana de su pueblo.
La ley de Talión no remite a ningún rey ni dios, sino al adjetivo latino talis-tale, que significa «igual» o «semejante», y hace referencia a la proporción que deben guardar el delito y la pena.
Los crímenes de Bin Laden son inexpiables, y merecía el fin que tuvo. Pero ese fin nos lleva a preguntarnos que tanto ha evolucionado la sociedad humana en la resolución de sus conflictos. La respuesta puede ser frustrante para los optimistas.
No soy de los que practican un indiscriminado antinorteamericanismo, pero tampoco admiro todo lo que hacen. Parafraseando a alguien, el norteamericano me gusta, pero en su tierra. Cuando sale de ella, nos ha dado muestras de una brutalidad imperial impar, por la cual le robó la mitad de su territorio a México, las islas de Hawai a los maoríes con su reina e inundó de trapacerías la América Latina. De ello guardamos memoria. De su colaboración con los ingleses en Malvinas también. Venganza y Codicia son dos valores centrales en el gran país del norte.
Sin embargo es bueno intentar comprender estos procesos desde diversos puntos de vista para no caer en fanatismos maniqueos.
Erich From decía “La venganza es en cierto sentido un acto mágico: al aniquilar a quien cometió la atrocidad se deshace mágicamente su acción”. No estaba errado el psicoanalista de Frankfurt al agregar “[…] Aunque el hombre no siempre se puede defender del daño que le infligen, en su deseo de desquite trata de borrar la página y de negar mágicamente que se haya infligido el daño alguna vez.
La acción de los comandos de USA se inscribe en ese marco del ojo por ojo. Sin duda los festejos de ese pueblo por la muerte del terrorista muestran la pretensión de dar vuelta la página y superar el horror que despertó el atentado de las torres gemelas ordenado por el árabe.
Pero olvidan los norteamericanos que la violencia engendra violencia. Es en su pasado violento que los norteamericanos deberán indagar algún día la causa de sus males y sus bienes. La diferencia entre lo justo y lo legal.
Cuando el criminal nazi Eichmann fue secuestrado en Argentina, donde vivía con identidad falsa, se lo llevó a Israel donde se lo enjuició, resultando aquella acción mucho más civilizada que la ejecución sumaria de Bin Laden, pero en ambos casos expresan el recóndito impulso que anida en el alma humana de clamar venganza, reiniciando de tal modo el ciclo ominoso de la barbarie.