El General Perón, definió en su Manual de Conducción Política, la diferencia entre mandar y conducir. El mando exige obediencia y da órdenes, la conducción pretende convencer a través de la persuasión. Es entonces la convicción, la esencia de todo proyecto político y el objetivo a proponer al pueblo, para organizarle en un proyecto de vida en común.
Es en ese marco donde se debe plantear la discusión, sobre la alternativa que se presentará a los argentinos para decidir tanto su destino político, como la instancia decisiva de reconstrucción nacional. Se afirma en la intensidad del momento, para aprovechar las excepcionales condiciones que brinda la situación internacional, y de tal modo alcanzar el desarrollo sustentable de nuestra comunidad.
En ese sentido es preciso analizar la propuesta del gobierno, denominada “Modelo de crecimiento e inclusión social”.
En primer lugar, nos detenemos en el significado del término Modelo: “Ejemplar que por su perfección se debe seguir o imitar”. O sea que no es dable discutirlo, cambiarlo o interpretarlo; tan solo se debe imitar y en su propia definición incluye una metodología que ordena y manda: El imitador es el pueblo que debe ser obediente al constructor del modelo.
Frente a ello, aparece y se yergue el Proyecto, palabra que alude al pensamiento o propósito de hacer algo, e incluye “Un plan y disposición para hacer una cosa de importancia”. El proyecto de vida en común, abarca entonces ideas, pensamientos, propósitos y planes dirigidos hacia la comunidad, a fin de persuadirla para participar en la formulación y ejecución de esa recreación de relaciones sociales. Incorpora el concepto de conducción y persuasión, por los que requiere consenso y participación de los conducidos, y rechaza el mando y la obediencia.
A titulo de ejemplo, durante casi ocho años, el gobierno de los K, se caracterizó por el autoritarismo. Quien piensa diferente es considerado un enemigo o un traidor; el “apriete” se constituyó en un instrumento de mando y obediencia; doblegó a gobernadores, intendentes, entidades empresarias y gremiales. Los subsidios, la corrupción, las conductas amenazantes adocenaban las voluntades de los cortesanos, fueran funcionarios o dirigentes, y a su conveniencia premiaron la conspicua obsecuencia, expuesta públicamente.
Claramente el modelo establece: “Yo o un grupo cada vez mas reducido, somos los iluminados y por tanto tenemos “derecho a mandar” y ustedes los destinatarios – el pueblo- tienen que obedecer, porque para eso la mayoría nos votó. He ahí el meollo de la democracia populista autoritaria.
En segundo lugar, el crecimiento, o sea el aumento cuantitativo de la producción de bienes y servicios, alentados por un mercado internacional, ávido de nuestros productos, principalmente agropecuarios, adicionado ya a un excepcional aumento de los precios de las comodities ya a una incentivación del consumo interno, provocado por los servicios públicos subsidiados a tarifas irrisorias, sin distinción de ingresos, y por los créditos al consumo a largo plazo y sin intereses. Vale decir, priorización del hábito del consumo con desaliento del ahorro y la inversión, lo cual traslada los problemas al porvenir y a las nuevas generaciones.
Las sociedades modernas se preocupan por transformar el crecimiento en desarrollo. Ello implica un cambio de carácter cualitativo, que acarrea la posibilidad de mejorar las condiciones de vida y de tornarlas sustentables. Ello requiere inversión productiva, adelanto tecnológico, y aumento de la productividad y competitividad.
Como el Modelo tan solo prioriza el poder y el mando, supone que el mero aumento del consumo garantiza el triunfo electoral, reforzando con ello la visión oportunista de corto plazo..
Finalmente el Modelo incorpora la así denominada inclusión social a sus principios. Ello significa más consumidores, más trabajo en “negro”, más subsidios, más empleados al servicio del gobierno, la mayor parte mercerizados a través de cooperativas, con escasa o nula prestación de servicios. En suma sumar a la estructura económico-social existente nuevos consumidores, mientras crece la diferenciación social, no solo entre ricos y pobres, sino también entre trabajadores sindicalizados y lo no registrados, excluidos del convenio colectivo.
Además esta decisión favorece la concentración del mando, al congelar la estructura social, en la cual, un sector importante vive en estado de necesidad y otros sectores se lanzan a la despreocupada aventura del consumismo, sometiendo su existencia al presente y haciendo caso omiso del porvenir.
Por el contrario, un Proyecto de vida en común, presupone una profunda transformación, al recrear las relaciones sociales, promoviendo el desarrollo humano, paso indispensable para erigir mancomunadamente, una sociedad orientada por la justicia social. Valora y estimula el aumento de la riqueza, para así mejorar su distribución entre todos los argentinos. Resulta necesario priorizar y reorientar la educación, que iguala la búsqueda de oportunidades y consolida un proyecto nacional. Innovación tecnológica para multiplicar la productividad; aprovechamiento de las ventajas comparativas alentando la competitividad, acuerdo de políticas de estado, perdurables en el tiempo hasta alcanzar las metas propuestas, instituciones republicanas que garanticen la seguridad de las relaciones sociales y una política exterior que reinserte a la Argentina en el mundo, a través de los acuerdos de integración regional, continental y global, son rumbos que identifican al Justicialismo desde sus lejanos orígenes.
En consecuencia, el debate central de la sociedad argentina se plantea entre la noción de Proyecto de Vida en Común y Modelo del gobierno K. Nadie puede quedar al margen de esta discusión. Debemos estar alertas, porque conocemos que hay intereses que procuran confundir y obscurecer el contenido de la opción, alentando construcciones políticas electoralistas, a partir de alianzas espurias, que no reflejan los cambios y matices del pensamiento ciudadano.
Cabe recordar, que la disputa entre derechas e izquierdas, fue, es y será mera retórica agotada y anacrónica..Perón decía que hablar de ideologías era hablar en fenicio. Nosotros hemos podido comprobar que el termino Progresismo, actualmente en boga, está vacío de contenido. A fuerza de ser sinceros, la sinceridad esta ceñida entre la democracia populista y autoritaria por una parte y la democracia republicana y participativa, por la otra.
No por ello ha de minimizarse la capacidad técnica, de esta élite iluminada, para la formulación de un relato ficticio, sustentado en el desparpajo con que se han apoderado del estado, y así construir un poder que garantice la perpetuación en los cargos, apelando al manejo espectacular de la política, la sumisión de la economía publica y privada, como herramienta de mando y obediencia.
Frente a la prepotencia de le élite, solo puede tener éxito la Convicción de la dirigencia política en el proyecto de Vida en Común, expresado a la ciudadanía participativa con claridad, trasmitiendo aquella confianza que otorga la verdad, única realidad, ante un cambio que asoma como posible.
Es entonces menester, avanzar en el proyecto de Unión Nacional, planteado por Perón, cuando su retorno a la patria, actualizando la doctrina del Justicialismo. Aquella autocrítica superadora de los enfrentamientos entre hermanos, lamentablemente no fue escuchada por agrupamientos sectarios, que retornaron a la lucha fraticida, suspendiendo por largo tiempo la anhelada reconstrucción nacional y social.
La Convicción, construye el presente apuntando al futuro. No esta subordinada al éxito coyuntural, depende del nivel de conciencia social alcanzado, de sus realizaciones, de la capacidad de persuasión de los conductores y de la compresión de los conducidos. Aspiramos, por Convicción, a que el próximo desafío electoral, encuentre a la ciudadanía a la altura de las circunstancias, asumiendo el compromiso de elaborar y ejecutar el necesario Proyecto de Vida en Común. Caso contrario nos aguardará otra decepción colectiva.
*Colaboración del Dr. Juan José Isola