martes, 13 de diciembre de 2011

GABINO EZEIZA




Evocación de un payador

Nació en Buenos Aires, en una humilde cuna de San Telmo, barrio de negros como pocos, en el año 1858. Sus ancestros habían llegado como esclavos al Río de la Plata y adoptaron el apellido de la familia a la que sirvieron. Los Ezeiza.
Quedó huérfano a muy corta edad y parece que por su afición a las payadas, un pulpero cantor, pardo del bajo fondo, le acercó la primera guitarra.
Habrá visto que tenía el don de la rima, la ideación súbita y la intuición musical, y no tuvo yerro en el juicio, pues pronto aquel negro inspirado comenzó a labrarse la reputación de buen cantor.
No carecía de afición por las cosas del intelecto y de la política. Fue a su manera poeta y hombre de Leandro Alem. Participó en revueltas por el poder y siempre puso su musa al servicio de sus ideas.
Y si a luchar se nos llama,
Sepa la patria gloriosa
Que la sangre generosa
Por la patria se derrama!

Alguna vez el juego le fue propicio y con lo ganado se compró un circo. Lo llamó el Pabellón Argentino, según parece. Trashumó con él por todos lados  y un buen día, por cuestiones oscuras, se lo quemaron. Corría el año 1893.
Participó en memorables payadas en su tierra argentina y en la Banda Oriental. Casi siempre salió victorioso, aunque supo de alguna derrota en los pagos de Areco, vencido por un tal García.
Otra vez, en Rauch, lo desafió un  musiquero atrevido, crédito de La Pampa, quien le dijo que “Santillán a ningún negro respeta”. El contrapunto se llevó a cabo en la pulpería El Indio, y versaba sobre un tema singular: ¿Cómo se corta la carne sin cortar el cuero? Pese a lo arduo del asunto y a la bravata de Santillán, resultó triunfante Ezeiza.
El viejo arte de la copla improvisada, que se acompañaba con la guitarra al ritmo de la cifra o el estilo, del triste, como también se decía, fue innovado por Gabino, quien lo cantó al ritmo de la milonga campera, por ser ritmo de raíces morenas.
Se casó con una descendiente del caudillo riojano Peñaloza y tuvieron muchos hijos. Es sabido que el arte, en términos generales, ensancha el espíritu y angosta el bolsillo. El payador vivió pobremente y con arduas penurias alimentaba a su prole numerosa, con la que vivía por el lado de Flores, en la calle Azul.

Dos centavos y un cigarro
constituye mi riqueza,
un candelero, una mesa,
una silla y un colchón.

Algo cansado por el paso de los años, su trisa de alondra ya no se oía por doquier. Se había circunscrito a los límites de la ciudad y deleitaba a débiles y poderosos con el estro de su ingenio. Se supo de él en el Café de los Angelitos, de Rivadavia y Rincón, y allí habrá intuido que había que abrirle paso a ese francesito simpaticón, que cantaba tangos, esa novedosa diablura musical que ocuparía el centro de la escena de la música popular, en ambas orillas del Plata.
Se murió en el año 1916, el mismo día en que asumía como Presidente de la República Hipólito Irigoyen. ¡Pobre negro! Exclamó el caudillo cuando supo la noticia.




martes, 6 de diciembre de 2011

FIN DE FIESTA





Hay tres clases de mentiras:
 La mentira, la maldita mentira y las estadísticas.
                                                 Mark Twain


Basado en una novela de Beatriz Guido, Leopoldo Torre Nilsson filmó en 1960 su célebre película, Fin de Fiesta. Su argumento central transcurre en los años 30, durante la denominada década infame: El nieto de un caudillo político conservador de la Provincia de Buenos Aires se meterá en los asuntos de su abuelo y descubrirá un mundo de corrupción.
Cualquier similitud del pasado y el presente es pura coincidencia.
Pero la mentira populista de prosperidad para todos, fundada en el saqueo de las arcas del estado, operado desde la maquinaria del poder político y las finanzas, en el así denominado capitalismo de amigos, en sintonía con la nefasta cultura del progreso sin trabajo, alentada por los subsidios indiscriminados, cuyo propósito inconfesable no ha sido otro que el de aumentar el clientelismo electoral, ha sido una  matriz de corrupción constante en los últimos años.
He allí la diferencia abismal entre un régimen populista y otro popular, ya que lo popular resulta de ayudar al pueblo de forma definitiva, enseñándole a pescar y no regalándole el pescado.
El argentino, pueblo por naturaleza propenso a imitar al avestruz, suele agachar la cabeza, máxime cuando alguna prebenda está en juego. Así hemos visto, quienes mucho hemos vivido, como sectores mayoritarios han votado y alabado a políticos abominables, a los que luego escarnecieron. El deterioro y el daño que ello ocasionó en el tejido social y económico son inefables. Así, la miseria, la desocupación, la inseguridad, la ilusión de prosperidad emanada del consumo banal, supletorio del ahorro, base de la verdadera prosperidad, emergen y nos señalan, mal que nos pese, que la fiesta ha concluido.
En psiquiatría se denomina esquizofrenia a un grupo de enfermedades mentales que se caracterizan por una disociación específica de las funciones psíquicas, un desdoblamiento de la personalidad y las alucinaciones.
Bien dicen que la política es una sórdida lucha de intereses, disfrazada de cristalina lucha de principios.
Se advierte en gran parte de la dirigencia y en multitud de ciudadanos, cierta actitud ambivalente. Los unos mienten y se enriquecen y los otros votan pensando en la satisfacción efímera del presente, sacrificando el futuro de todos. Y así de a poco, nos vamos quedando sin país y sin porvenir.
Semejante desatino se edulcora con el relato oficial, según el cual los que mandan se desvelan pensando en el bien común, en la patria y en los eufemismos con que adornan una realidad ominosa. Para subrayar ese fraude no faltan los oportunistas de siempre que sobreactúan la farsa desde pretendidos  revisionismos históricos con forma de instituto.
Las sociedades como el pescado se pudren por la cabeza. Por ello, hasta que no surja una clase dirigente patriótica, incorrupta y visionaria, los argentinos, como dicen los jóvenes: Estamos en el horno.