La política
fraudulenta
De acuerdo con el diccionario, fraude es el engaño o
aprovechamiento de la ignorancia de alguien para obtener un beneficio en
cualquier forma traducible.
Cuando hablamos de políticas fraudulentas, hablamos de los
engaños que el gobierno propaga, cual
una peste que afecta al cuerpo social, para perpetuar sus fines inconfesables. Hasta los regímenes más espantosos cuentan siempre con un tercio de la población que los siguen ciegamente. Ese tercio es parte constitutiva del fraude, ora por intereses espurios, ora por estulticia o resentimientos ancestrales. El resto de los circunstanciales seguidores, son los que más tarde o más temprano se sentirán defraudados.
Hay sectores que necesitan tiempo para entender que es un fraude pretender que el cuantioso patrimonio de los K. y sus cómplices es bien habido. Es fraude imponer desde hace años, como si fueran ciertas, las fallutas cifras del INDEC. Sobre estiman la necedad de los argentinos cuando proclaman que se puede comer 4 veces al día con seis pesos. De igual modo es fraude asegurar que constituían una juventud maravillosa el conjunto de asesinos expulsados por Perón y que se alzaron en armas durante su tercer gobierno. Eran meros criminales tal como los genocidas que derrocaron a su esposa.
Y acercándonos al presente, también ha sido un fraude la farsa de los senadores y diputados K, que como obedientes lacayos, han aceptado embanderarse en una supuesta soberanía para expropiar la ex Ciccone y así eliminar el teatro de operaciones de las corruptas maniobras de Boudou y sus secuaces.
Envuelta en las brumas del fraude, consustancial a todo el accionar del gobierno, se ha producido otro latrocinio a la moral pública.
Se expropió una imprenta obsoleta, cubierta de deudas, podrida hasta los cimientos por los chanchullos del poder. Esa imprenta sería innecesaria en el patrimonio de un país con gobiernos decentes, pero es útil por demás para las mafias que deben borrar con esa abyecta medida las huellas de sus horrendos crímenes.