miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL PINGÜINO DE PELUCHE, EL PERRO SIMÓN, EL GATOPARDO Y OTROS ANIMALES DEL BESTIARIO KIRCHNERISTA


 


Porque, en verdad, el espectáculo ha sido inaudito, ha superado en brutalidad, en desfachatez, en declaraciones indignas, los peores instintos, las mayores bajezas jamás confesadas por la bestia humana.
                                                                             Émile Zola

Un bestiario  (bestiarum vocabulum) es un compendio de bestias fantásticas que han producido todas las culturas desde la remota antigüedad. Grifos, dragones, arpías, sirenas, basiliscos y centauros han poblado la imaginación de los pueblos y fueron especialmente populares en Inglaterra y Francia en el siglo XII.
Jorge Luis Borges, en colaboración con Margarita Guerrero, publicó un bestiario, El libro de los seres imaginarios, que rastrea las bestias de la literatura universal.
La política argentina en general y este gobierno en particular poseen su selecto bestiario, pródigo en ejemplares que andan en dos y en cuatro patas.
Así, días pasados conocimos al perrito Simón y al pingüino de peluche que acompañaban a la presidenta en su reaparición en blanco y negro, además del Gatopardo, esa bestia que merodea en el nuevo gabinete, animal bien analizado por Giuseppe Tomasi de Lampedusa en su novela Il gattopardo. En ella expresaba: Si queremos que todo siga igual, debemos cambiarlo todo.
La mayoría de los aplaudidores asalariados de la nomenclatura K, eximios cultores y partícipes del bestiario de dos patas, pretendían hasta antes de las PASO, revivir el culto del Ave Fénix. Aquella bestia mitológica, que perecía en el fuego y renacía de sus cenizas, tendría en una Cristina Eterna su sacerdotisa suprema, pero (Lástima grande) el rechazo de la ciudadanía a esa eternidad, en las últimas elecciones, no permitió su inclusión en el compendio.
Entonces el bestiario K, en súbita vía de extinción, se reduce a los basiliscos de La Cámpora y Carta Abierta, a las arpías del Ejecutivo y el Congreso, a los grifos del montonerismo residual y al Gatopardo ministerial, rector de todas las medidas actuales y por venir hasta 2015.
Hace 20 meses, cuando bajaron de la Sierra Maestra sita en Puerto Madero y decidieron expropiar el 51% de Repsol en YPF sin pagar un dólar y echando por la borda la relación estratégica con España, el déficit energético trepó a 15.000 millones de dólares del Tesoro sumados a los miles de millones que hoy aceptan pagarle a Repsol, agachando la cabeza, para evitar el juicio en el CIADI.
De Aerolíneas ni hablamos. Aplaudieron a Menem cuando privatizaba y hoy vitorean cuando la nacionalizan y la funden. Eso sí: Siempre cobrando por los invalorables servicios prestados.
Advertimos que la revolución imaginaria, esa que aseguraba riquezas inmensas para los funcionarios y consumo no sustentable para los pobres está cerca del fin.
En esta semana de cambios ministeriales se perdieron 987 millones de dólares de reservas. Casi toda la inversión de Chevron en los próximos 4 años.
Otras dos medidas revolucionarias son el incremento de impuestos y de combustibles. La suba impositiva a los autos, motos y yates de lujo, hasta hoy subsidiados, ahorrarían unos 300/400 millones de dólares anuales, algo así como  la caída de reservas de dos días.
Mientras tanto, esa otra bestia, la inflación que todo lo devora, se alimenta con la suba del 8% de los combustibles, la miseria creciente y la inseguridad absoluta.
Y aún quedan por admirar las medidas que vendrán, engalanadas por una cualidad maravillosa: No impactan ni perjudican a nadie. Ni a las empresas, ni a los trabajadores ni al consumidor. Cuesta creer que sean importantes si no afectan a nadie.
Los dragones K desconectaron la alarma en 2011 y decidieron ajustar nada más que el Relato, cuando las reservas eran de u$s 47.800 millones, la base monetaria de $ 198.000 millones, el superávit fiscal primario de $ 5.000 millones y el déficit energético del año de u$s 2.800 millones.
Ahora se asustan pero solo atinan a pergeñar algunos cambios parciales y a propalar su increíble Relato: Un poco menos de subsidios, algunos dólares prestados por el enemigo exterior y una pizca de confianza de los actores sociales es lo que hace falta para volver al país de las maravillas.
Olvidan que las reservas son u$s 31.500 millones, la base monetaria $ 340.000 millones, el déficit fiscal primario cerca de los $ 25.000 millones y el déficit energético de u$s 6.500 millones. Son incapaces de atacar la principal causa del desastre: El manejo demagógico e irracional del gasto público desde que llegaron al poder. Obviar eso es nada menos que una quimera, aquel monstruo de la mitología griega que vomitaba llamas y tenía tres cabezas.
El bestiario K, como todos los bestiarios, tiene su hábitat en el mundo de las pesadillas. Al despertar la pesadilla cesa y esos animales fabulosos desaparecen.
A menos que retornen en nuevos sueños horrorosos, con el paso del tiempo esos bichos atroces serán nebulosas perdidas, sonidos lejanos, huellas difuminadas de un mal recuerdo.
Entre sueños y pesadillas repetitivas, así se escribe la historia de los argentinos.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

LAS DIDASCALIAS DEL POPULISMO

 
Las didascalias del populismo
 



 
En la antigua Grecia y particularmente en su teatro, las didascalias eran aquellas enseñanzas que el  dramaturgo les impartía a sus actores.
En la farsa del populismo, esa fantasía política consistente en representar una  falluta prosperidad que es mero pan para hoy y hambre para mañana, las didascalias abundan. Una de ellas propone regalar pescados en  vez de cañas de pescar. La imaginaria maravilla de una felicidad para todas y todos, pero sin esfuerzo. Al diablo con aquello de que cada argentino debe producir al menos lo que consume.
Los subsidios llegaron para quedarse. ¿O no?
El Arconte epónimo, o mandamás populista, con tal de adelantar su revolución ilusoria, abusa de los decretos de necesidad y urgencia, de la discrecionalidad en las cuentas públicas y del clientelismo político, derivado de una ingeniería perversa de la pobreza, para perpetuarse en infinitas reelecciones y así terminar lo que falta.
Siempre falta tiempo para llegar al paraíso.
Como accede al  poder por medios democráticos  pero lo ejerce con autoritarismo, proclama fines altruistas que embozan otros fines, casi siempre inconfesables, a los que subordina tanto los poderes del estado, como la economía, las leyes y los consensos sociales.
La mayoría de los argentinos nos vamos dando cuenta de lo nefasto de estos modelos, todavía cantados en los ditirambos de los artistas militantes,  bien rentados, por supuesto.
Como se dice, vamos aprendiendo. O deberíamos hacerlo.
Lo que en tiempos del finado K, alias El Ávido, comenzó siendo una comedia, en tiempos de su viuda CFK, alias La Relatora, derivó en una tragedia, de la cual somos atentos espectadores de su principio.
Allí están como en un Dramatis personae la lista de sus actores y calamidades:
Moreno, alias el Cuco.
Alperovich, alias Despegar.com
Lorenzino: alias Me quiero ir.
Boudou, alias Manos Brujas.
Timerman, alias Talleyrand… y tantos otros.
El déficit fiscal desmesurado,  el  gasto público tan solo sustentable por las exacciones al Anses  y su futuro correlato ominoso en los jubilados y al Banco Central, con la consiguiente merma en las reservas. Gasto criticable tanto en la asignación de las prioridades como en sus enormes bolsones de corrupción.
Ese enorme agujero fiscal de 17.000 millones de dólares al año, disparó una inflación de las más altas del mundo y llevó al ahorrista, grande o pequeño, hacia el siempre seguro refugio del dólar.
Pocas veces en su historia, la Argentina ganó tanto dinero con sus exportaciones como en estos diez años. Nunca un gobierno aplicó una presión tributaria tan grande y jamás se han advertido tan pocos resultados perdurables.
Solo perduran los trenes que matan, las rutas deterioradas, los puertos obsoletos, las vías navegables truncas, la desinversión, el desempleo, la inseguridad creciente, los narcotraficantes poderosos e impunes junto a la sospecha de una complicidad política y una economía, que de aquí en más, será un campo minado para futuros gobiernos.
En suma, la década ganada es puro humo y falsía.
La argentina decae sin cesar a lo largo de un siglo, también caen las máscaras de los farsantes en tanto nosotros vivimos repitiendo errores.
Qué lindo sería descreer de los populismos y volver a creer en la armonía social, en el trabajo honrado y en el respeto a las leyes como único camino hacia la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo.