El
aprendizaje, concebido como la capacidad de adquirir conocimientos útiles
incorporados a conductas duraderas, es por naturaleza una tarea infinita.
Siempre aparecen situaciones novedosas que ameritan ser aprendidas.
El
devenir histórico evidencia en vastos sectores de la sociedad argentina una
reticencia ante las ventajas de aprendizaje. Dicho de otro modo, aparece a
menudo una inclinación a repetir errores, atribuibles por lo general a
circunstanciales intereses subalternos o a la estulticia colectiva. De ahí que
tengamos los gobernantes que nos merecemos.
Alberdi
en el siglo XIX refería una propensión social a negar nuestros intereses perdurables
y concluía que la omnipotencia del estado es la negación de la libertad
individual.
El
Kirchnerismo es un régimen en el cual la corrupción es parte constitutiva y fundacional
de su naturaleza y ha sido pródigo, en la promoción a las altas magistraturas
del estado, a personajes que indudablemente poseían las adecuadas
incapacidades para el cargo.
Así,
exceptuando lo que haya que exceptuar, se han sucedido ministros, secretarios
de estado, legisladores y vicepresidentes y otros conchabados de variopinto
pelaje, cuya cualidad más ostensible era la aplicación correcta del manual de
procedimientos K para acceder a los cargos.
Entre
la docena de significados que el diccionario reconoce, un manual es algo:
1. adj. Que se ejecuta con las manos.
2. adj. Fácil de manejar.
3. adj. Que exige más habilidad de manos que
inteligencia.
Como
vemos, todo manual implica habilidad manual, lo cual es particularmente notorio
en el caso de los carteristas y saqueadores de todo tipo.
Advertimos
que estas características generales están presentes en casi todos los perfiles de
los funcionarios K. Naturalmente es deseable para su rápida promoción que posean
además de habilidades manuales superiores a la inteligencia, una moral rastrera,
una obsecuencia permanente, una avidez inconmensurable para saquear los
caudales públicos e ingentes reservas de hipocresía para hacer pasar por bueno
lo que es abominable.
Por
caso, sirven de ejemplo las promociones políticas de Amado Boudou a la vicepresidencia
de la república o de los recién llegados al Ministerio de Cultura.
La
secretaría de Coordinación Estratégica
para el Pensamiento Nacional del Ministerio de Cultura ofrecida a Ricardo
Forster, tiene un nombre más largo que los talentos del secretario. El
minucioso chupamedias del régimen K, quien ansiosamente esperaba una
retribución a su obsecuencia, finalmente la obtuvo.
Al
preguntársele cuál sería su sueldo como novel funcionario del estado, respondió
con ironía que sin duda sería menos de lo que ganaba como trabajador privado.
He
ahí la primera muestra de la mentada hipocresía de Manual K, imprescindible
para su futura tarea. El filósofo a la violeta está registrado en la AFIP como
monotributista categoría F, es decir la que corresponde a alguien que declara
ganar $192.OOO al año. El sueldo del conchabo como secretario K será cinco
veces mayor a sus ingresos actuales, sin considerar los etcéteras inconfesables.
Son las ventajas de la pertenencia y de la aplicación precisa del Manual del
Funcionario K exitoso.