Tanto la estulticia que subyace en la ideología del pseudo
progresismo a la violeta, como la contradicción insalvable entre el discurso heroico
y la moral corrupta del régimen K, desembocan en este lamentable fin de ciclo, con
su conjunto de decisiones y expresiones rayanas con el delirio.
Así, la impericia del gobierno ha generado un sinnúmero de
males que arteramente disfrazan de aciertos.
Sin embargo, la única verdad es la realidad.
Allí están para vergüenza de todos, el desempleo, la
recesión, la inflación, la falta de dólares, el cepo cambiario, los ajustes
desesperados, el permanente flagelo de la pobreza que desnuda la falluta
proclama de la década ganada, la
mediocridad del sistema educativo, la inseguridad creciente, la impunidad y el
auge del narcotráfico, el default de la deuda pública, la pésima administración
del litigio con los fondos buitre, la incertidumbre económica con sus secuelas:
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El cierre de empresas
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La fuga de capitales
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La falta de crédito
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Las altas tasas de interés
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La falta de inversión
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La caída del salario real
Este calamitoso estado de
situación, nos lleva a presumir que hay en la sociedad argentina una
desmesurada proporción de ciudadanos que, cual los idiotas útiles a los que se refería Lenin en sus discursos a los
bolcheviques, promueven, con la miopía de su voto, a una clase política que a
la par que se enriquece escandalosamente, siembra el atraso y la miseria del
pueblo.
En esta postrera embriaguez, las
políticas ruinosas del Kirchnerismo comprometen el presente y el porvenir de todos.
Sería deseable que a partir de
2015, los que gobiernen implanten un
conjunto de medidas tendientes a revertir la paupérrima conciencia cívica de
tantos que, por acción u omisión, han sostenido y sostienen a quienes finalmente
los dañan con la endeble filosofía del pan para hoy y el hambre para mañana.
Reconocer los errores es uno de
los caminos a la sabiduría.