La misión Roseta de la Agencia Espacial Europea (AES)
proporcionará interesantes detalles sobre esos vagabundos celestes, que llamamos
cometas. Dicen que son los cuerpos más antiguos del universo, metafóricas semillas
cósmicas de polvo y hielo primordial, que al parecer transportan parte de los
elementos iniciales de la vida, tal como nosotros la conocemos.
Al cabo de una travesía interplanetaria de 10 años,
recorriendo 6500 millones kilómetros, el módulo envió una sonda que se posó
sobre el áspero pedrusco y transmitirá
valiosos datos a la tierra.
Pero acaso la información más valiosa que se desprenda del artefacto
corresponderá al ámbito de la política, en el sentido griego del término, que la entendía como aquello relativo al ordenamiento de la
ciudad o los asuntos del ciudadano. Ahí radica su ejemplaridad.
Si pensamos que hace menos de siete décadas Europa era un
territorio devastado por dos guerras espantosas, que en la feroz matanza de
unos contra otros segaron la vida de decenas de millones de seres, arrasando ciudades
enteras y con ellas, los bienes morales y materiales de una vieja civilización,
sembrando por añadidura odio y miseria inenarrables, concluimos que hubo
sociedades que emergieron de ese infierno, reconstruyeron sus valores
morales a la par que lo hacían con los bienes materiales.
Si bien no lograron
reproducir el paraíso, se hermanaron en políticas comunes que pacificaron el
continente y aportaron prosperidad y educación donde antes sólo había
desolación.
En esos términos, la sonda Roseta evidencia lo mejor del
espíritu humano.
Nosotros, los argentinos, que hace un siglo nos ubicábamos entre
los 10 países más prósperos del mundo, no hemos cesado de malearnos en una
decadencia que excede el orden económico y contamina también los espacios
morales, sociales y políticos del país.
Deberíamos aprender de la experiencia de los otros,
descender de nuestra estúpida soberbia y educarnos de modo tal, que pudiéramos
elegir un modo de vida sustentado por valores diferentes a estos que nos condujeron
al penoso estado en el que hoy nos encontramos.
Sin haber padecido el espanto de dos guerras mundiales,
estamos inmersos en un sumidero de inseguridad, corrupción, inequidad y
subdesarrollo. Orgullosos, exponemos la segunda inflación más alta del planeta
y una clase política irresponsable y mediocre, mandada a mandar por electores carentes de principios cívicos.
Así estamos, aunque el relato de necios para necios nos diga
lo contrario.
El módulo Roseta no solo transmite datos científicos.
También transmite la esperanza de un mundo mejor, toda vez que en sus valores
primen la reflexión, la honestidad y la cooperación.