El carnaval es una antigua celebración pagana, cuyos orígenes se remontan a Sumeria y Egipto 50 siglos atrás. Pasó luego al Imperio Romano con los desbordes de sus bacanales y lupercales. Estos festejos llegaron a América en el siglo XV, con el bagaje cultural de los conquistadores.
En los tiempos presentes es
una celebración que ocurre antes de la cuaresma cristiana, y que se representa
como una mascarada, no desprovista de permisividad y descontrol. Bien dicen que
en la noche del carnaval todo vale.
Esa festichola que en el resto del planeta dura un par de semanas a lo
sumo, en Argentina se puede prolongar por más de una década, con la
particularidad de que la mayoría de los travestidos, son ladrones. Ocultos tras
las máscaras y sus abigarrados disfraces, mientras los ingenuos arrojan
serpentinas y papel picado, ellos se ocupan del latrocinio, es decir del hurto y
el fraude, especialmente orientado contra los caudales públicos y que derivan,
como se advierte, en la miseria colectiva.
La comparsa del Kirchnerismo
ha sido aplaudida tanto por los participantes del saqueo, como por
circunstanciales simpatizantes, ya interesados, ya distraídos, ya portadores de
una crónica estulticia.
Lo cierto es que en las
postrimerías de este Carnaval de Ladrones nos queda un país devastado en lo
político, en lo social y en lo económico.
Una republiqueta inmersa en
la corrupción que siembra miserias y pobrezas, atravesada por la inseguridad de
las mafias criminales, inevitablemente asociadas al poder político; con una
educación abominable que perpetúa la ignorancia de las masas, con una justicia
pisoteada y una sociedad agrietada, empobrecida, violenta y confusa.
Estas que señalamos son
algunas de las mugres que pacientemente habrá que limpiar una vez concluida
esta fiesta abominable.
Caerán las máscaras, los
ladrones millonarios serán señalados, sus cómplices serán reconocidos y muchos
se ocultaran indignamente: Pero será tarde: El daño causado no será fácil de
superar. Y sobrevuela aún la amenaza que, elecciones de por medio, el Carnaval
de los Ladrones prosiga.
La sociedad en su conjunto
deberá hacerse cargo de tanta permisividad y del descontrol irresponsable que
toleró, lucrando o haciendo la vista gorda ante el corso siniestro que montaron
una camarilla de delincuentes. Los pueblos son responsables de su presente y su
futuro.
El destrozo, como siempre, lo
pagarán aquellos que trabajan y producen decentemente.
Al que le quepa el sayo que se lo ponga.