viernes, 16 de marzo de 2012

Gracias por la argentinidad


El dinero es siempre un bien escaso, de ahí que en todo presupuesto bien concebido se fijan prioridades. No se puede gastar en todo aquello que hace falta. En el hogar, en la empresa o en el estado hay cosas que pasan primero y otras después.
Siempre es bueno ser argentino agradecido y vivir en la Argentina, pues a poco de andar advertimos que somos privilegiados. Sobran los ejemplos. Tenemos la suerte de ver detalladamente, gracias a los piquetes de protesta que detienen el tráfico en la avenida 9 de Julio, la costosa decoración estilo castrista del edificio del antiguo Ministerio de Obras Públicas, que aunque costó decenas de millones, bien lo vale. Y puesto que de ver se trata, también tenemos Futbol para todos, que al costo de algunos cientos de millones al año, nos permite gozar de esa pasión de multitudes. Tampoco debemos omitir mencionar a los artistas militantes, que aunque le cobran al estado muchos miles de dólares, nos deleitan con sus obras y nos infunden patriotismo. Pronto, si la suerte acompaña, tendremos la ocasión de ver a la Fórmula Uno en las calles de Mar del Plata por apenas un centenar de millones de pesos, pero lo que cuesta vale. Yo a la Casa Rosada mucho no voy, pero me han dicho que está decorada a la última moda o al último gusto de la presidente, del mismo modo que el despacho de Boudou.
Afortunadamente en estos tiempos de crisis, en los que hemos perdido los tres basamentos de la antigua prosperidad, a saber: El superávit fiscal, la balanza comercial inclinada a nuestro favor y una inflación a tasas normales, nuestros gobernantes capean el ajuste y priorizan lo que hay que priorizar. Y si hace falta plata, eso se arregla con el vicepresidente y Ciccone para que se emitan billetes generosamente. Ese es el privilegio de ser argentinos. Que la Providencia ilumine a nuestros gobernantes. No sea cosa que algún día pierdan el rumbo y se les ocurra despilfarrar el dinero mejorando los ferrocarriles metropolitanos, equipando los hospitales, incrementando la seguridad pública o la calidad educativa.

domingo, 11 de marzo de 2012

Los enigmas de la esfinge



Los mitos forman parte del sistema de creencias
de una cultura o de una comunidad,
 la cual los considera historias verdaderas.

 Según Apolodoro, la Esfinge era un monstruo con rostro de mujer; pecho, patas y cola de león y alas de pájaro.
Higino, el liberto del emperador Augusto, refiere que la Esfinge propuso a Creonte, rey de Tebas, que si alguien era capaz de resolver uno de sus enigmas se iría para siempre; pero si no, mataría a quienes fallasen y seguiría asolando el reino.
Ante tan angustiosa situación, el rey hizo una proclama a toda Grecia prometiendo que daría el reino y a su hermana Yocasta en matrimonio, a quien resolviera el enigma de la Esfinge:   
“¿Quién es al mismo tiempo  un bípedo, un trípedo y un cuadrúpedo?”
Muchos vinieron de remotos lugares y fallaron en dar la solución, pero Edipo, el hijo perdido de Layo y Yocasta, lo interpretó correctamente. La esfinge saltó al abismo, buscando la muerte y Edipo desposó a Yocasta. El resto es cosa sabida…
Los mitos atraviesan la historia y proponen a los tiempos nuevos, viejas cuestiones del alma humana.
Así, hoy día, si la esfinge de Tebas apareciera, según su fama, propondría alguno de sus enigmas:
¿Donde se alza una república, en la cual el cinismo de los que mandan, la obsecuencia de los  que acompañan el latrocinio y la pusilanimidad de los que obedecen, campean en grado sumo?
Para mejor comprenderlo, he aquí  algunas definiciones del diccionario:
Cinismo: Desvergüenza o descaro en el mentir o en la defensa y práctica de actitudes reprochables.
Pusilanimidad: Falta de ánimo o valor para soportar las desgracias o hacer frente a grandes empresas.
Obsecuencia: Sumisión, complacencia excesiva.
Los pueblos que descifren el sitio y nombre de aquel país donde los que mandan se enriquecen desvergonzadamente, a costa del dolor y la muerte de sus mandados, donde la justicia se inclina con pusilanimidad ante los poderosos y las mayorías se tornan obsecuentes ante prebendas circunstanciales y efímeras, haciendo caso omiso de la corrupción que los esclaviza, acaso se libren de la recurrente destrucción que la esfinge provoca.