Chirolita era un
muñeco de papel machè creado por el afamado ventrílocuo argentino Ricardo
Gamero, quien tuvo sus momentos de éxito con el seudónimo de Mister Chasman. El
nombre del muñeco, en diminutivo, refería a las monedas de escaso valor que
circulaban por entonces: Las chirolas.
Chasman sentaba al
muñeco en su rodilla derecha y lo hacía mover y hablar según su voluntad.
La vida imita al
arte, según el célebre epigrama de Oscar Wilde.
La política
populista y demagógica està obligada por su propia naturaleza a sostener un
Míster Chasman y a reclutar sus huestes entre los sectores más corrompidos y
genuflexos de la sociedad, ya que es fama que los hombres de bien son
refractarios a las agachadas. De ahí la utilidad del lumpenaje político,
carente de honor y de vergüenza que cede y se dobla a los requerimientos del
que manda, sin los lìmites morales que impone la dignidad.
El zigzagueante
discurso, la mentira, la impericia y el camaleonismo como principio rector es
inherente al régimen kirchnerista. Sus seguidores solo pueden permanecer en la penosa
comparsa de saltimbanquis en tanto
fluya el dinero con que les pagan sus miserabilidades.
De ahí que agredan,
insulten, avasallen y nieguen todo principio republicano hasta que manden otra
cosa.
Funcionarios,
artistas, periodistas, pseudo militantes y cuanto farsante sin escrúpulos anda
suelto, se inclina y vocifera lo que el poder les ordena. En algunos aspectos
son como el muñeco Chirolita, cuya voz y cuyo discurso era el que a Mister
Chasman se le ocurría.
Jamás concebirán una
idea propia, nunca un argumento original surgido de las personales
convicciones. Como a los artistas de la antigüedad, a quienes le daban un rollo
de papiro con los parlamentos del
personaje a interpretar (de ahí la palabra rol), a estos mercenarios les
dan los rollos para actuar el triste papel de adocenados, de seudo
revolucionarios de una revolución imaginaria que nadie quiere.
En rigor de verdad,
puestos a elegir, quién no prefiere mil veces al Chirolita original, muñeco sin
alma ni corazón, pero que permanecía sentado fielmente en las faldas de su patrón,
a diferencia de estos infames que hoy se arrastran para cobrar aquí y mañana,
como si nada, estarán arrastrándose allá, ante quien les arroje un renovado mendrugo.