martes, 6 de noviembre de 2012

EL CHIROLITISMO POLÍTICO


Chirolita era un muñeco de papel machè creado por el afamado ventrílocuo argentino Ricardo Gamero, quien tuvo sus momentos de éxito con el seudónimo de Mister Chasman. El nombre del muñeco, en diminutivo, refería a las monedas de escaso valor que circulaban por entonces: Las chirolas.
Chasman sentaba al muñeco en su rodilla derecha y lo hacía mover y hablar según su voluntad.
La vida imita al arte, según el célebre epigrama de Oscar Wilde.
La política populista y demagógica està obligada por su propia naturaleza a sostener un Míster Chasman y a reclutar sus huestes entre los sectores más corrompidos y genuflexos de la sociedad, ya que es fama que los hombres de bien son refractarios a las agachadas. De ahí la utilidad del lumpenaje político, carente de honor y de vergüenza que cede y se dobla a los requerimientos del que manda, sin los lìmites morales que impone la dignidad.
El zigzagueante discurso, la mentira, la impericia y el camaleonismo como principio rector es inherente al régimen kirchnerista. Sus seguidores solo pueden permanecer en la penosa comparsa de saltimbanquis en tanto fluya el dinero con que les pagan sus miserabilidades.
De ahí que agredan, insulten, avasallen y nieguen todo principio republicano hasta que manden otra cosa.
Funcionarios, artistas, periodistas, pseudo militantes y cuanto farsante sin escrúpulos anda suelto, se inclina y vocifera lo que el poder les ordena. En algunos aspectos son como el muñeco Chirolita, cuya voz y cuyo discurso era el que a Mister Chasman se le ocurría.
Jamás concebirán una idea propia, nunca un argumento original surgido de las personales convicciones. Como a los artistas de la antigüedad, a quienes le daban un rollo de papiro con los parlamentos del  personaje a interpretar (de ahí la palabra rol), a estos mercenarios les dan los rollos para actuar el triste papel de adocenados, de seudo revolucionarios de una revolución imaginaria que nadie quiere.   
En rigor de verdad, puestos a elegir, quién no prefiere mil veces al Chirolita original, muñeco sin alma ni corazón, pero que permanecía sentado fielmente en las faldas de su patrón, a diferencia de estos infames que hoy se arrastran para cobrar aquí y mañana, como si nada, estarán arrastrándose allá, ante quien les arroje un renovado mendrugo.