La marcha hacia el ocaso
No existe para el Peronismo más que una clase de hombres: Los que
trabajan.
J.D. Perón
Hasta hace no mucho tiempo, millones de argentinos soñaban
al son del arrorró que les cantaban:
Servicios públicos baratos, transportes regalados,
combustibles ilimitados, baja inflación, jubilados sin aportes, empleos
públicos para millones de desocupados sin educación ni capacidades y la
maravilla de la inclusión social, irrestricta y sin esfuerzos, propiciada por
una presidente multimillonaria aunque generosa con el dinero ajeno. Pero todo
se acaba, hasta la plata de los otros para alimentar el disparate del País de
las maravillas.
El relato hipnótico que inducía a creer que nuestra Isabel II era K no solo por ser viuda de Kirchner sino
también por ser heredera de Kropotkin, aquel príncipe ruso que fuera sufrido
teórico del anarquismo, empieza a aburrir.
Amaneció, y muchos de los soñadores despertaron.
Las luces de la aurora disiparon las brumas de la pesadilla:
Los servicios públicos no funcionan, los trenes marchan hacia el
descarrilamiento y la muerte, el combustible es caro y escaso, el déficit, la
inflación y el desempleo trepan hasta las nubes, la recurrencia de dilapidar
los caudales públicos no modifica la miseria estructural. La violencia y la
inseguridad brotan como pústulas. Los argentinos vamos hacia atrás, como el
cangrejo, a pesar del fútbol para todos, de los subsidios y de la publicidad
oficial.
Los confundidos de entonces ya no quieren formar parte del
afamado 54 %. Lo niegan como Pedro a Jesús.
No ocurre eso, todavía, con los populistas K del Núcleo duro: Los aplaudidores
disfrazados de funcionarios, los artistas
nacionales y populares con cachets
presupuestados, los bien remunerados militantes de Kolina y La Cámpora, los
talibanes a la violeta y los trasnochados de siempre, que a la menor ocasión se
llenan los bolsillos para mejor “Combatir
al Capital”… y de paso al antiguo socio y amante (el hoy odiado diario Clarín)
al que ayer nomás el finado llenó de prebendas y privilegios. Nunca fueron ni
tan buenos ni tan malos para merecer tales sentimientos.
El modelo imaginario y su épica Revolución de opereta marchan
hacia el ocaso. El ciclo económico y político del Viva la Pepa está agotado y no parece haber ni seso ni muñeca para
reanimarlo. Todo poder cesa, la eternidad no es virtud de los humanos y pretenderla
es ridículo.
Ya lo afirmaba Aristóteles en su Poética:
“La comedia es retrato de los peores,
no en la relación a todo tipo de maldad,
sino en la medida en que lo ridículo es parte de lo vergonzoso.”
Amanece que no es poco. Bienvenido el despertar.