Ya puedes ver el trágico escenario
Y cada cosa en el lugar debido.
La espada y la ceniza para Dido
y la moneda para Belisario
J.L.Borges
Sabemos
que la ironía es esa figura del discurso mediante la cual se da a entender lo
contrario de lo que se dice. Muy apreciada por Sócrates, era la primera de las
fórmulas que utilizaba en su método dialéctico.
La
ironía trágica está especialmente presente en los dramas de la Antigua Grecia.
En
Edipo Rey, por ejemplo, la ironía se
establece a partir de la diferencia entre lo que el público sabe del personaje
y lo que el personaje no sabe de sí mismo. Si esa dimensión objetiva del saber
se hace necesaria, es porque los personajes del drama se encuentran en una
ignorancia tal, que en esta tragedia de Sófocles, el público inicia una impar
peripecia emocional: La aventura de Edipo es la aventura del descubrimiento de
su propia identidad, y nosotros asistimos a su peripecia con un conocimiento
completo de ella —como los mismos dioses que han urdido su destino—.
Otro
famoso caso de ironía trágica la plantea Shakespeare en Romeo y Julieta: En la
escena que Romeo encuentra a Julieta drogada, él asume que está muerta y
entonces se suicida. Al despertar, Julieta ve a su amante muerto y también se
mata.
Advertimos
en la política argentina un símil de la ficción teatral.
La
tragedia argentina se empareja entonces a las grandes tragedias griegas o
isabelinas y al igual que ellas, los gobernantes, abusando de la ironía trágica
emiten en el escenario de la cadena nacional un discurso falaz, para una
audiencia soliviantada que mayoritariamente conoce la verdad, incluidos los
ubicuos mercenarios de siempre.
Así
mientras la presidenta bailaba en la Plaza de Mayo el país era devastado por
los saqueos y las muertes. Todos lo sabíamos.
Así
mientras nos dicen que la inflación es ínfima, los precios aumentan un 30% por
año. Todos lo padecemos.
Así
mientras nos prometen un futuro luminoso, medio país está a oscuras por falta
de luz. Todos lo sufrimos.
Así
mientras anuncian un subsidio para los jóvenes que ni estudian ni trabajan, nos
mienten que logramos el pleno empleo. ¿Quién lo cree?
El
país descalabrado, su economía a los tumbos, la educación postergada para las
calendas griegas, la violencia, la corrupción y la impunidad infectando el
cuerpo social, la pobreza y la decadencia a la vuelta de la esquina. Si adicionamos
a todo eso la ineptitud y la inmoralidad de los que mandan, está configurado
el trágico escenario argentino.
Quienes
gobiernan afirman una cosa y todos los gobernados sabemos la verdad, que es otra
y esperando el 2015 murmuramos, como Canio en la opera Pagliacci: ¡La commedia é finita!