jueves, 16 de enero de 2014

PEQUEÑAS DIFERENCIAS ENTRE CONFUCIO Y CONFUSIÓN

 
Saber que se sabe lo que se sabe
y que no se sabe lo que no se sabe;
 he aquí el verdadero saber.
Confucio
 
Confucio (Kung Fu-Tse) fue un pensador chino que vivió en Lu, actual Shantung, China, entre 551 y 479 a. C.
Pertenecía a una familia de la pequeña nobleza, arruinada por las vicisitudes de la política feudal y la fragmentación de China bajo la dinastía Chu. A lo largo de su vida trabajó como maestro y como funcionario del pequeño estado de Lu, en el nordeste de China.
El confucianismo es menos una religión que una ética ya que el venerable sabio apenas mencionó a la divinidad, evitando conjeturar acerca del más allá. El centro de sus preocupaciones fue la moral personal, tanto en lo que concierne a la orientación de las conductas privadas como a las normas del buen gobierno.
Viajaba solo, de un lado a otro, instruyendo a los contados discípulos que se reunían a escucharlo. Su fama como hombre de saber y carácter, con gran respeto hacia las ideas y costumbres tradicionales, pronto se propagó por el principado de Lu, y luego a toda China.
Sus verdades se pueden resumir en los siguientes postulados:
 ·         Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.
       ·         Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección.
      ·         En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del  “Justo     Medio”.
      ·         Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder.
      ·         Tener por objeto final la paz universal y la armonía general.
 En otro orden de cosas, el diccionario de la Real Academia Española nos dice que la palabra Confusión proviene del latín: confusĭo, -ōnis y que significa:
1.       f. Acción y efecto de confundir  (Perturbar, desordenar)
 2.    f. Perplejidad, desasosiego, turbación de ánimo.
3.   f. Equivocación, error.
 Estas acepciones bastan y sobran para definir al actual gobierno, considerando sus métodos, sus protagonistas y los resultados obtenidos a lo largo de diez años.
Como no escapa a la fina perspicacia del lector, la moral de esta banda depredadora denominada Kirchnerismo poco o nada tiene que ver con las pautas morales de Confucio.
Afortunadamente, en la actualidad esta secta se ha reducido a su mínima expresión, cualitativa y cuantitativamente hablando. Los ingenuos que alguna vez los votaron se han desayunado de golpe y comprenden tardíamente que irresponsablemente, con su voto, propiciaron la ruina de la economía, el descalabro social de la república  y una  hipoteca sobre el futuro de sus hijos.
Corrupción, violencia, saqueos, mentiras, ineficiencia política y de gestión, inflación, pobreza, narcotráfico liberado, falta de políticas y recursos para la salud pública y la educación, ausencia de justicia, desempleo disfrazado de empleo público improductivo, muerte y desolación en transportes ferroviarios, temor en las calles, cortes de luz con los primeros calores o falta de gas con los primeros fríos son algunos de los trofeos que exhiben quienes hoy gobiernan. La llaman La Década Ganada y proclaman a los cuatro vientos que encarnan una gran revolución imaginaria. Mientras tanto, sigilosamente, llenos de oro, preparan la huida embozados en la anhelada impunidad.
Entre los conspicuos de ese círculo infernal, podemos mencionar a  la legión de izquierdistas a la violeta, esos que por un puesto, un subsidio o una prebenda aplauden a rabiar y sacan patente de progresistas, en tanto que ordeñan la vaca del estado hasta dejarla exhausta. Meros ladrones al estilo de Bonafini y Schocklender o meros adocenados al estilo de los escribas de Carta abierta.
También se suma a esa banda el Montonerismo residual, puñado de forajidos que de asesinos y golpistas, desenmascarados y echados por Perón, pasaron a ser prósperos funcionarios K dispuestos hoy como ayer a quedarse con el santo y la limosna.
Quedan por último los tránsfugas de la política y el sindicalismo, quienes venden su honra por un cargo gubernamental, por una sinecura y el peculado que conlleva.
Pero nada es eterno. Esta pesadilla se acaba y comienzan a conformarse nuevos sueños.
Se acercan tiempos de reflexión. De cara al futuro, el gran desafío de los hombres y mujeres honrados será llegar a impregnar la sociedad con altos valores morales y nuevos estándares políticos que propicien la transformación de los electores en ciudadanos.
Entonces y solo entonces, cuando consideremos la educación y el trabajo como valores supremos, estaremos más cerca de Confucio y más alejados de la Confusión.