"La idiotez insiste siempre, sobre todo en los más idiotas"
Albert Camus
La
palabra idiota proviene del griego idiotes
y se utilizaba en la antigua democracia griega para referirse a quienes permanecían
indiferentes a los asuntos públicos, ajenos al bien común, preocupándose tan
solo por sus intereses particulares.
Aquella
idiotesmaquia, como calificaban 25
siglos atrás a la imprescindible lucha contra la idiotez, debería ser el
imperativo de los tiempos que corren para todo ciudadano que en esta tierra se
precie de tal.
Todos,
excepto los idiotas que medran o aplauden, advierten con preocupación creciente
el accionar de esta neo oligarquía de funcionarios K, que se han enriquecido a
expensas de las arcas públicas, a las que impunemente manipulan para satisfacer
sus fines inconfesables. Cegados por pasiones innobles, han arrasado con todos
los valores que hacen de un país un sitio habitable y de una sociedad una
comunidad organizada.
Este
estado argentino, sostenido por el tributo de quienes esforzadamente realizan
trabajos productivos, debe ser recuperado para ponerlo al servicio del bien
común,
Es
preciso quitarlo de las manos de los idiotes
que nos gobiernan, idiotes que, como
la etimología indica, están preocupados por sus oscuras ambiciones particulares
y que para mejor servirlas, no se detienen ante ningún derecho por respetar.
Han
corrompido cuanto han tocado y han servido a los intereses más sombríos.
El
daño que han producido es enorme y sus consecuencias comprometen el porvenir. Una
larga década de demencial derroche financiero y de indiferencia por la
educación, por la seguridad y por la salud de sus gobernados. Años de desprecio
por las instituciones de la república, por la moral cívica y por el
cumplimiento de las leyes. En suma, una larga década de falsías, desmesuras y
enfrentamientos que lentamente llega a su fin.
Lástima
grande que lo que no llega a su fin es la infinita lucha contra la idiotez argentina, hierba mala que la canalla política
ha sembrado por doquier, con el silencio cómplice del Partido Justicialista.
Las
sociedades, como los pescados, se pudren desde la cabeza.