jueves, 12 de febrero de 2015

LA BALSA DE LA MEDUSA


La balsa de la Medusa es una obra maestra del pintor francés Théodore Géricault. La pintura, terminada cuando el artista tenía menos de 30 años, se convirtió en un ícono del Romanticismo francés.
Ella representa una escena posterior al naufragio de la fragata de la marina francesa Méduse, que encalló frente a la costa de Mauritania el 5 de julio de 1816. Al menos 147 personas quedaron a la deriva en una balsa construida apresuradamente y todas ellas, excepto 15, murieron durante los 13 días que tardaron en ser rescatadas. Los supervivientes debieron soportar el hambre, la deshidratación, el canibalismo y la locura. El suceso llegó a ser un escándalo internacional, en parte porque sus causas fueron atribuidas a la incompetencia del capitán francés que actuaba bajo la autoridad de la reciente y restaurada monarquía francesa.
Según el crítico Jonathan Miles, la balsa arrastró a los supervivientes hacia las fronteras de la experiencia humana. Desquiciados, sedientos y hambrientos, asesinaron a los amotinados, comieron de sus compañeros muertos y mataron a los más débiles.
Si algún compatriota razonable observara este óleo en el museo del Louvre, no sorprendería que la asociara a la imagen final del régimen Kirchnerista.
Náufragos desorientados por la impericia del mando, envilecidos por el ejercicio de la corrupción y la alienación autoritaria, tanto CFK y su gabinete de genuflexos como la mano de obra aplaudidora, desocupada a futuro,  boyan a la deriva en un mar de tribulaciones. Carentes de timón firme, emiten a voces opiniones a cuál de ellas más desmesuradas o lastimosas. Sus imprecaciones salpican a medio mundo al que imaginan culpable de sus males, mientras se enlodan y marchan hacia el ocaso, donde los aguarda el desdoro irrevocable de la historia y el unánime desprecio de la sociedad productiva y democrática.
Corifeos de esa tragedia son los liliputienses del Partido Justicialista, principales enterradores del Peronismo del último Perón, por los consabidos treinta dineros. Todos ellos ínfimos candidatos al canibalismo electoral y al desdoro vitalicio.
Nada les importa la muerte Nissman y el desasosiego de toda una sociedad, atravesada por la inseguridad, la injusticia, la inflación, el atraso y la incertidumbre. Nada les importa la decadencia centenaria del país mientras engorden sus billeteras. Nada les importa haber utilizado a los espías de la SIDE para aniquilar opositores. Aprendices de Himmler recitan su credo: La crueldad impone respeto.
Disfrazados de héroes, hundidos en el fangal de sus fines inconfesables, gritan y bailan en el patio de las palmeras de la Casa Rosada, devenida patético símil de la pintura de Gericault, transmitida por cadena nacional.

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