La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió.
Francisco De Quevedo
El
diccionario define la obcecación como la confusión mental que sufre una persona
y que le impide razonar o ver las cosas con claridad. Es una bella palabra que
calza bien para definir a la secta nefanda de los kirchneristas, obstinados
como pocos en aferrarse a un relato perverso que pretende suplir la penosa realidad
que deja su paso por la historia.
Expertos
en mentiras y en peculados, han persistido en denominar los gobiernos del
finado NK y su viuda con el pomposo denominador de La década ganada.
Todo
juicio de valor conlleva inevitablemente una comparación. La comparación o símil
es una figura retórica consistente en comparar un término real con otro
imaginario que se le asemeje en alguna cualidad.
Cuando
asistimos perplejos al cuadro de 14 provincias con ciudades saqueadas y un
tendal de muertos, heridos y detenidos, el buen sentido se pregunta: ¿Década
ganada? ¿Comparada con qué? ¿Acaso comparada con la década que sucedió a la
primera fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza, destruida en 1541 por sus propios habitantes a raíz de las
constantes amenazas de los nativos?
La única verdad
es la realidad,
solía afirmar el General Perón, quien se estremecerá en su tumba al contemplar
en quienes cayeron su movimiento, su gesta y sus enseñanzas.
Pero
no hay mal que por bien no venga. La historia no se detiene y estos impostores
que hoy gobiernan por voluntad de muchos, pasarán con pena y sin gloria. Acaso
quede después de tanta impericia, de tanta negligencia y de tanta corrupción
alguna experiencia para las generaciones venideras.
Alentamos
la esperanza de que en el futuro no suframos el espectáculo que hoy asombra, la
farsa en la cual se recurre al vicio para rendirle homenaje a la virtud. O
dicho en buen romance: Que no se repita el ultraje de representar a la
república con un energúmeno como el vicepresidente Amado Boudou en los
funerales de un gran hombre como Nelson Mandela.
Todo
un símbolo de la década ganada. La casa está en orden. ¡Felicidades para todos!