miércoles, 4 de abril de 2012


Las islas Malvinas y los pseudo patriotas de efemérides

Aclaraciones semánticas.


El significado de patriota es conocido por casi todos: Persona que ama y defiende a su país
En lo que concierne a la palabra efemérides proviene del término griego ephemeris: Que dura solo un día.
De allí deriva también la palabra efímero.
 El diccionario la define como:
1   Hecho importante que se recuerda en un aniversario.
2   Celebración de ese hecho.
Valga lo antedicho para aclarar que en estos párrafos nos referiremos a los falsos  patriotas de un solo día, esos que se aprovechan del sentimiento legítimo de muchos, para provecho político de unos pocos y al servicio de fines inconfesables.
La efemérides del 2 de abril de 1982, cuando tropas argentinas enviadas por la tiranía militar, desembarcaron en las islas, es un buen ejemplo de la referida manipulación de los patriotas de efemérides.

Aclaraciones históricas.


El archipiélago de Malvinas (así llamadas por Bougainville en recuerdo del puerto de Saint Maló) guarda secreto acerca de quienes y cuando lo descubrieron. Se encontraron puntas de flechas que hacen suponer la presencia de viajeros aborígenes. Hay hipótesis que atribuyen el descubrimiento de las islas a Esteban Gómez, a Simón de Alcazaba- Sotomayor y a  Alonso de Camargo (entre 1521 y 1540) y otras a John Davis (1592) y Richard Hawkins (1594). En 1600 un marino holandés, Sebald de Weert, visitó las islas. Los mapas holandeses de la época las mostraban con el nombre de Islas Sebald. En enero de 1690 el inglés John Strong habría llegado a las Islas Sebald, navegando entre las dos islas principales y llamó al paso "Falkland Channel" en honor a su mecenas Anthony Cary, quinto Vizconde de Falkland, que como Comisario del Almirantazgo había financiado la expedición. La cartografía británica adoptaría el nombre del canal, para designar a todo el grupo de islas.
Las incursiones británicas provocaron disputas con España y en 1740 se produjo un enfrentamiento armado entre las flotas de ambos países sin un claro vencedor. En 1764 el conde francés Louis Antoine de Bougainville estableció Port Louis en la isla Soledad y tomó posesión de las islas en nombre del rey de Francia. Ante la protesta española, en 1766 Francia accedió a evacuarlas y reconoció la soberanía española sobre el archipiélago, con la condición de indemnizar a Bougainville. Los 115 colonos franceses quedaron bajo el gobierno de don Felipe Ruiz Puente, que procedió a construir una capilla y otros edificios, estableciéndose la Gobernación de las Islas Malvinas. Paralelamente, los británicos, en una expedición liderada por el comodoro John Byron, fundaron Port Egmont en la isla Trinidad del grupo de las islas Sebaldinas. España logró la retirada de los británicos en el marco de los acuerdos llamados Convenciones de Nutka. En 1811 las Malvinas fueron evacuadas por los españoles, quedando desiertas hasta 1820, siendo sólo visitadas por barcos balleneros de diversas nacionalidades.
En 1820 el gobierno de Buenos Aires envió una fragata a tomar posesión y reafirmar sus derechos en las Malvinas, como sucesión de España. Desde 1823 concedió a Luis María Vernet la explotación de recursos de las islas. El 10 de junio de 1829 se creó la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas con asiento en la isla Soledad y jurisdicción en las islas adyacentes al cabo de Hornos.
Las actividades de contralor que Vernet llevó a cabo contra barcos balleneros hicieron que la corbeta de guerra Lexington de los Estados Unidos destruyera las instalaciones de Puerto Soledad. El 2 de enero de 1833 llegó la fragata de guerra británica HMS Clio, al mando del capitán John James Onslow, quien comunicó al jefe criollo que llegaba para a reafirmar la soberanía británica y retomar posesión de las islas en nombre del rey de Inglaterra. El capitán de la goleta Sarandí, José María Pinedo, no se consideró en condiciones de resistir y optó por embarcar a sus hombres y retornar a Buenos Aires. Al día siguiente desembarcaron las fuerzas británicas, izaron su pabellón y arriaron el que había dejado Pinedo, tomando posesión de las Malvinas.
Ese fue un acto de piratería británico contra los intereses de Buenos Aires, tras las invasiones de 1806 y 1807.
Por ese tiempo el territorio de nuestra patria ni estaba conformado ni se denominaba como hoy día. Nuestra debilidad institucional permitía, ayer igual que hoy, los ultrajes de los ingleses.
Esas primeras décadas como país independiente fueron anárquicas. No habían acabado las guerras de la Independencia, cuando surgieron las luchas entre unitarios y federales que fueron  una larga serie de sangrientas guerras civiles entre facciones y provincias (1820-1861) a lo que se sumó la ocupación de la Banda Oriental por tropas brasileras, lo cual desencadenó la Guerra con el Imperio del Brasil (1825-1828).
 Entre 1820 y 1852, excepto un breve intervalo entre 1825 y 1827, el país careció de un gobierno nacional, asumiendo las provincias la plenitud del gobierno en el ámbito de sus respectivos territorios. La única excepción fue la representación externa, que fue asumida por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, cargo desempeñado durante la mayor parte del período por Juan Manuel de Rosas. En esa etapa, la Argentina mantuvo conflictos bélicos con la Confederación Perú-Boliviana, con Francia, con el llamado Gobierno de la Defensa de Montevideo (colorado) al apoyar la Confederación Argentina a los nacionales uruguayos y con una alianza anglo-francesa.
Oficialmente, se utilizó por primera vez la denominación República Argentina en la Constitución de 1826. Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1835-1852) se utilizaron, entre otros, los nombres de Confederación Argentina, República de la Confederación Argentina y Federación Argentina.
Confederación Argentina es el nombre del período histórico de la organización nacional durante el cual las provincias formaron una confederación de estados soberanos que delegaban la representación exterior y algunos otros poderes en el gobierno de una de ellas. El nombre Confederación Argentina se utiliza para referirse al período histórico comprendido entre 1835 y 1852, en tanto estado federal basado en tratados interprovinciales, sin una constitución nacional. Es uno de los nombres oficiales de la República Argentina conforme al artículo 35 de la Constitución, junto con el de República Argentina y Provincias Unidas del Río de la Plata. La Constitución Argentina de 1853 se sancionó en nombre del pueblo de la Confederación Argentina, pero al incorporarse el Estado de Buenos Aires, en 1860 se cambió por Nación Argentina y se incorporó el artículo 35: Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias Unidas del Río de la Plata; República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras "Nación Argentina" en la formación y sanción de las leyes.
El 8 de octubre de 1860, en la ciudad de Paraná, entonces capital de la Confederación Argentina, el presidente Santiago Derqui decretó que: [...] siendo conveniente a este respecto establecer la uniformidad en los actos administrativos, el Gobierno ha venido a acordar que para todos estos actos se use la denominación República Argentina.
El nombre fue confirmado definitivamente en 1862 por Bartolomé Mitre, primer presidente del país reunificado, al utilizar el título de Presidente de la Nación Argentina.

El conflicto.


La ocupación ininterrumpida del archipiélago desde aquel acto de piratería inglés de 1833, transcurre apareado a casi toda nuestra historia como país. En efecto los ingleses permanecen allí desde hace casi dos siglos, ínterin los cuales hemos tenido diversas actitudes hacia el Reino Unido.
Colaborativa, defensiva y protectora. No olvidemos que Rosas, luego de haberlos combatido en Obligado, se exilió en Southampton y los anteriores y posteriores gobiernos fueron socios comerciales y políticos de los británicos durante más de un siglo. Con neutralidad ante los conflictos bélicos, los alimentamos siempre, en especial durante las dos guerras mundiales que ellos libraron. En ocasiones litigamos diplomáticamente por las islas, en sordos organismos internacionales, sin demasiada habilidad a veces ni firmeza en otras, hasta que en las postrimerías de la tiranía militar, en 1982, los militares en el poder manipularon el sentimiento nacional para lograr el oxígeno político indispensable para un régimen en descomposición, ocupando militarmente las Malvinas. Las mayorías populares consintieron alegremente esa ocupación armada, sin pensar, como ocurre con frecuencia, que desataban una guerra trágica como todas, imprevista como pocas e improvisada como ninguna. Bien decía Napoleón que en la guerra todo es cálculo, pero esa era una máxima ignorada por el alto mando argentino.
El gobierno inglés de M. Tatcher, igualmente en apuros políticos, no desaprovechó la ocasión y recobró, con la guerra que le servimos en bandeja, una reputación casi extinta. La supremacía militar británica sumada a la colaboración secreta de los EE.UU determinó la derrota militar argentina y  la subsecuente caída del régimen gobernante.
Lo único que se consiguió con ese desangre fue un ínfimo palmo de tierra en el cementerio de Darwin, alejado de la vista de todos, donde descansan los restos de 237 soldados argentinos, la mayoría aún no identificados, que cayeron con honor, peleando con bravura en aquel conflicto espurio. Otros 87 valientes descansan en sitios desconocidos, bajo aquellas yerbas extrañas.

Conclusiones.


¿Que significa la efemérides del 2 de Abril? Una fecha trágica e irrepetible que debe ser despojada del charlatanismo patrioteril.
La única verdad es la realidad. Las Islas Malvinas están en poder de los ingleses desde hace 180 años. El resto son grandes palabras en vanos discursos aquí y allá.  Ignoramos cuando lograremos recuperarlas, pero es casi seguro que para ello ocurra deberíamos de ahora en más, modificar la óptica banal-nacionalista, que supone que las islas son nuestras por voluntad divina. Deberíamos ver a esas ínsulas como una mítica tierra inspiradora, que nos aglutine como hermanos y que nos convoque al logro de una límpida identidad nacional, con su grandeza social, política y económica.  Es imperativo el esfuerzo sostenido para devenir una gran nación respetable, pues solo las grandes naciones se hacen oír en los foros internacionales. A los países de opereta les está reservado el fracaso.
Para ello deben quedar atrás los populismos, erráticos, inconsistentes y cortoplacistas, con su turbamulta de pseudo patriotas de efemérides. Atrás deberían quedar los vaivenes de erráticas políticas internacionales, el desprestigio de gobiernos corruptos, para dar paso a dirigentes responsables, con precisas políticas de estado, que cobijen a un pueblo serio, estable, educado y esclarecido en los grandes objetivos nacionales.