Las
islas Malvinas y los pseudo patriotas de efemérides
Aclaraciones semánticas.
El significado de patriota es
conocido por casi todos: Persona que ama y defiende a su país
En lo que concierne a la palabra
efemérides proviene del término griego ephemeris:
Que dura solo un día.
De allí deriva también la palabra
efímero.
El diccionario la define como:
1 Hecho importante que se recuerda en un
aniversario.
2 Celebración de ese hecho.
Valga lo antedicho para aclarar
que en estos párrafos nos referiremos a los falsos patriotas de un solo día, esos que se
aprovechan del sentimiento legítimo de muchos, para provecho político de unos
pocos y al servicio de fines inconfesables.
La efemérides del 2 de abril de
1982, cuando tropas argentinas enviadas por la tiranía militar, desembarcaron
en las islas, es un buen ejemplo de la referida manipulación de los patriotas
de efemérides.
Aclaraciones históricas.
El archipiélago de Malvinas (así
llamadas por Bougainville en recuerdo del puerto de Saint Maló) guarda secreto
acerca de quienes y cuando lo descubrieron. Se encontraron puntas de flechas
que hacen suponer la presencia de viajeros aborígenes. Hay hipótesis que atribuyen
el descubrimiento de las islas a Esteban Gómez, a Simón de Alcazaba- Sotomayor
y a Alonso de Camargo (entre 1521 y
1540) y otras a John Davis (1592) y Richard Hawkins (1594). En 1600 un marino
holandés, Sebald de Weert, visitó las islas. Los mapas holandeses de la época las
mostraban con el nombre de Islas Sebald.
En enero de 1690 el inglés John Strong habría llegado a las Islas Sebald, navegando entre las dos
islas principales y llamó al paso "Falkland
Channel" en honor a su mecenas Anthony Cary, quinto Vizconde de
Falkland, que como Comisario del Almirantazgo había financiado la expedición.
La cartografía británica adoptaría el nombre del canal, para designar a todo el
grupo de islas.
Las incursiones británicas
provocaron disputas con España y en 1740 se produjo un enfrentamiento armado
entre las flotas de ambos países sin un claro vencedor. En 1764 el conde
francés Louis Antoine de Bougainville estableció Port Louis en la isla Soledad
y tomó posesión de las islas en nombre del rey de Francia. Ante la protesta
española, en 1766 Francia accedió a evacuarlas y reconoció la soberanía española
sobre el archipiélago, con la condición de indemnizar a Bougainville. Los 115
colonos franceses quedaron bajo el gobierno de don Felipe Ruiz Puente, que
procedió a construir una capilla y otros edificios, estableciéndose la
Gobernación de las Islas Malvinas. Paralelamente, los británicos, en una
expedición liderada por el comodoro John Byron, fundaron Port Egmont en la isla
Trinidad del grupo de las islas
Sebaldinas. España logró la retirada de los británicos en el marco de los
acuerdos llamados Convenciones de Nutka. En 1811 las Malvinas fueron evacuadas
por los españoles, quedando desiertas hasta 1820, siendo sólo visitadas por
barcos balleneros de diversas nacionalidades.
En 1820 el gobierno de Buenos
Aires envió una fragata a tomar posesión y reafirmar sus derechos en las
Malvinas, como sucesión de España. Desde 1823 concedió a Luis María Vernet la
explotación de recursos de las islas. El 10 de junio de 1829 se creó la
Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas con asiento en la isla
Soledad y jurisdicción en las islas adyacentes al cabo de Hornos.
Las actividades de contralor que
Vernet llevó a cabo contra barcos balleneros hicieron que la corbeta de guerra
Lexington de los Estados Unidos destruyera las instalaciones de Puerto Soledad.
El 2 de enero de 1833 llegó la fragata de guerra británica HMS Clio, al mando del capitán John James Onslow, quien comunicó al
jefe criollo que llegaba para a reafirmar la soberanía británica y retomar posesión de
las islas en nombre del rey de Inglaterra. El capitán de la goleta Sarandí,
José María Pinedo, no se consideró en condiciones de resistir y optó por
embarcar a sus hombres y retornar a Buenos Aires. Al día siguiente desembarcaron
las fuerzas británicas, izaron su pabellón y arriaron el que había dejado
Pinedo, tomando posesión de las Malvinas.
Ese fue un acto de piratería
británico contra los intereses de Buenos Aires, tras las invasiones de 1806 y
1807.
Por ese tiempo el territorio de
nuestra patria ni estaba conformado ni se denominaba como hoy día. Nuestra debilidad institucional permitía,
ayer igual que hoy, los ultrajes de los ingleses.
Esas primeras décadas como país
independiente fueron anárquicas. No habían acabado las guerras de la
Independencia, cuando surgieron las luchas entre unitarios y federales que
fueron una larga serie de sangrientas
guerras civiles entre facciones y provincias (1820-1861) a lo que se sumó la
ocupación de la Banda Oriental por tropas brasileras, lo cual desencadenó la
Guerra con el Imperio del Brasil (1825-1828).
Entre 1820 y 1852, excepto un breve intervalo
entre 1825 y 1827, el país careció de un gobierno nacional, asumiendo las
provincias la plenitud del gobierno en el ámbito de sus respectivos
territorios. La única excepción fue la representación externa, que fue asumida
por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, cargo desempeñado durante la
mayor parte del período por Juan Manuel de Rosas. En esa etapa, la Argentina
mantuvo conflictos bélicos con la Confederación Perú-Boliviana, con Francia,
con el llamado Gobierno de la Defensa de Montevideo (colorado) al apoyar la
Confederación Argentina a los nacionales uruguayos y con una alianza
anglo-francesa.
Oficialmente, se utilizó por
primera vez la denominación República
Argentina en la Constitución de 1826. Durante el gobierno de Juan Manuel de
Rosas (1835-1852) se utilizaron, entre otros, los nombres de Confederación Argentina, República de la
Confederación Argentina y Federación Argentina.
Confederación Argentina es el nombre del período histórico de la
organización nacional durante el cual las provincias formaron una confederación
de estados soberanos que delegaban la representación exterior y algunos otros
poderes en el gobierno de una de ellas. El nombre Confederación Argentina se
utiliza para referirse al período histórico comprendido entre 1835 y 1852, en
tanto estado federal basado en tratados interprovinciales, sin una constitución
nacional. Es uno de los nombres oficiales de la República Argentina conforme al
artículo 35 de la Constitución, junto con el de República Argentina y
Provincias Unidas del Río de la Plata. La Constitución Argentina de 1853 se
sancionó en nombre del pueblo de la Confederación Argentina, pero al
incorporarse el Estado de Buenos Aires, en 1860 se cambió por Nación Argentina
y se incorporó el artículo 35: Las
denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber:
Provincias Unidas del Río de la Plata; República Argentina, Confederación
Argentina, serán en adelante nombres oficiales indistintamente para la
designación del Gobierno y territorio de las provincias, empleándose las
palabras "Nación Argentina" en la formación y sanción de las leyes.
El 8 de octubre de 1860, en la
ciudad de Paraná, entonces capital de la Confederación Argentina, el presidente
Santiago Derqui decretó que: [...] siendo
conveniente a este respecto establecer la uniformidad en los actos
administrativos, el Gobierno ha venido a acordar que para todos estos actos se
use la denominación República Argentina.
El nombre fue confirmado
definitivamente en 1862 por Bartolomé Mitre, primer presidente del país
reunificado, al utilizar el título de Presidente de la Nación Argentina.
El conflicto.
La ocupación ininterrumpida del
archipiélago desde aquel acto de piratería inglés de 1833, transcurre apareado
a casi toda nuestra historia como país. En efecto los ingleses permanecen allí
desde hace casi dos siglos, ínterin los cuales hemos tenido diversas actitudes
hacia el Reino Unido.
Colaborativa, defensiva y protectora.
No olvidemos que Rosas, luego de haberlos combatido en Obligado, se exilió en
Southampton y los anteriores y posteriores gobiernos fueron socios comerciales
y políticos de los británicos durante más de un siglo. Con neutralidad ante los
conflictos bélicos, los alimentamos siempre, en especial durante las dos
guerras mundiales que ellos libraron. En ocasiones litigamos diplomáticamente
por las islas, en sordos organismos internacionales, sin demasiada habilidad a
veces ni firmeza en otras, hasta que en las postrimerías de la tiranía militar,
en 1982, los militares en el poder manipularon el sentimiento nacional para
lograr el oxígeno político indispensable para un régimen en descomposición,
ocupando militarmente las Malvinas. Las
mayorías populares consintieron alegremente esa ocupación armada, sin pensar,
como ocurre con frecuencia, que desataban una guerra trágica como todas,
imprevista como pocas e improvisada como ninguna. Bien decía Napoleón que
en la guerra todo es cálculo, pero esa era una máxima ignorada por el alto
mando argentino.
El gobierno inglés de M. Tatcher,
igualmente en apuros políticos, no desaprovechó la ocasión y recobró, con la
guerra que le servimos en bandeja, una reputación casi extinta. La supremacía
militar británica sumada a la colaboración secreta de los EE.UU determinó la
derrota militar argentina y la subsecuente
caída del régimen gobernante.
Lo único que se consiguió con ese
desangre fue un ínfimo palmo de tierra en el cementerio de Darwin, alejado de
la vista de todos, donde descansan los restos de 237 soldados argentinos, la
mayoría aún no identificados, que cayeron con honor, peleando con bravura en aquel
conflicto espurio. Otros 87 valientes descansan en sitios desconocidos, bajo
aquellas yerbas extrañas.
Conclusiones.
¿Que significa la efemérides del
2 de Abril? Una fecha trágica e irrepetible que debe ser despojada del
charlatanismo patrioteril.
La única verdad es la realidad. Las
Islas Malvinas están en poder de los ingleses desde hace 180 años. El resto son
grandes palabras en vanos discursos aquí y allá. Ignoramos cuando lograremos recuperarlas, pero
es casi seguro que para ello ocurra deberíamos de ahora en más, modificar la
óptica banal-nacionalista, que supone
que las islas son nuestras por voluntad divina. Deberíamos ver a esas ínsulas
como una mítica tierra inspiradora, que nos aglutine como hermanos y que nos convoque
al logro de una límpida identidad nacional, con su grandeza social, política y
económica. Es imperativo el esfuerzo sostenido
para devenir una gran nación respetable, pues solo las grandes naciones se
hacen oír en los foros internacionales. A los países de opereta les está
reservado el fracaso.
Para ello deben quedar atrás los
populismos, erráticos, inconsistentes y cortoplacistas, con su turbamulta de
pseudo patriotas de efemérides. Atrás deberían quedar los vaivenes de erráticas
políticas internacionales, el desprestigio de gobiernos corruptos, para dar
paso a dirigentes responsables, con precisas políticas de estado, que cobijen a
un pueblo serio, estable, educado y esclarecido en los grandes objetivos
nacionales.